Todos estos versículos se vuelven doblemente preciosos y bendecidos para el pueblo de Cristo, debido a su preocupación personal en todo lo que es suyo. La promesa de Jehová es para la simiente de Cristo, tanto en Cristo como para el mismo Cristo. Y, como si ningún hijo suyo encontrara nunca motivo para cuestionarlo o dudarlo, el Señor mismo, al final de su ministerio; dejado atrás, en esa oración bendita que ofreció al Padre acerca de su iglesia, una prueba tan decidida que silencia para siempre todos los temores.

La gloria (dice Jesús) que me diste, les he dado, para que sean uno así como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno, y para que el mundo sepa que Tú me enviaste y los amaste como a mí me amaste. Juan 17:22 .

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