¡Cuán bella y divinamente termina el Salmo! ¡Oh lector! ¡Que tu corazón y el mío se unan a él! ¡Bendita la nación, bendita la familia, bendito el hombre que confía en un Dios en Cristo!

REFLEXIONES

¡VIVA! ¡Santo, bendito, ungido de Dios! ¡Oh! sea ​​tu nombre para mi alma como ungüento derramado. Porque mientras cualquier Dios y Padre mira el rostro de su ungido, Jesús es mi sol y mi escudo, y mirando hacia arriba a aquel a quien el Padre contempla, siempre aprehendiéndolo y asiéndolo por fe, ¡oh! ¡Cómo será tu persona, bendito Jesús! ¡Tu amor, tu gracia, tu misericordia para conmigo, pobre pecador, sean entonces considerados! ¡Cómo me deleitaré en tu nombre, tus sábados, tus ordenanzas, tu palabra, tu casa de oración! Ciertamente, un día en tus atrios será mejor que mil en otros lugares.

¿Y no me concederá Jesús, por su bendito Espíritu, estos placeres que satisfacen y fortalecen el alma? ¿Se complacerá al gorrión, ave del cielo, con un lugar de descanso? ¿Y un hijo tuyo se mantendrá alejado de ti? ¿No eres tú mi lugar de descanso, mi Noé, adonde, como la paloma, puedo volver cuando no encuentro lugar para que la planta de mi pie pueda posarse? ¡Señor Jesus! ¡Sé todo en todo para mi alma! y mientras gratifico mi fe haciendo de cada día un día de reposo aquí abajo, ¡oh! por la gracia de anhelar los sábados eternos del cielo, donde el amor y la adoración incesantes de Dios y del Cordero serán mi gozo perpetuo y eterno para siempre.

¡Date prisa, amado mío! y hasta que este día de cielo sin sombra entre en mi alma anhelante, y las sombras de la tierra huyan para siempre, sé tú como un corzo o un ciervo en los montes de Beter.

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