Nada dentro del alcance de las palabras puede definir con más fuerza la vasta e inconmensurable distancia entre la eternidad de Jehová y la vida vaporosa del hombre, que lo que expresan estos pocos versículos. La existencia eterna e inmutable del Señor, cuán finamente marcada, desde la eternidad hasta la eternidad; y con quien mil años, o un día, son lo mismo. Lector, no pase por alto la bendita verdad contenida en este punto de vista, al mismo tiempo, respetando la eternidad de esa salvación que se funda solo en Jesús.

El que se sienta en el trono y crea todas las cosas nuevas, él mismo es eterna e inmutablemente el mismo en persona, y en la eficacia de su redención, el mismo ayer, hoy y siempre. Apocalipsis 21:5 ; Hebreos 13:8 .

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