Les silbaré y los juntaré; porque yo los redimí, y crecerán como aumentaron. 9 Y los sembraré entre los pueblos; y en tierras lejanas se acordarán de mí, y vivirán con sus hijos, y volverán. 10 También los sacaré de la tierra de Egipto, y los reuniré de Asiria; y los llevaré a la tierra de Galaad y al Líbano; y no se les hallará lugar.

11 Y atravesará el mar con aflicción, y herirá las olas en el mar, y se secarán todas las profundidades del río; y será derribada la soberbia de Asiria, y se perderá el cetro de Egipto. 12 Y los fortaleceré en el Señor, y andarán de un lado a otro en su nombre, dice el Señor.

He hecho una división en el punto de vista de esas ricas promesas, porque deseo que el Lector no las pase por alto demasiado apresuradamente; pero le ruego que marque su número, su grandeza, su valor. Y espero que el lector, al repasarlos, considere quién es el que emprende todo, compromete para todos y seguramente lo logrará y cumplirá todo. Jesús silbará para ellos, la palabra original es silbar para ellos, es decir, la afectuosa llamada familiar de un amigo.

¿Y por qué lo hará? porque dice: Yo los redimí. ¡Dulce pensamiento! La redención de Cristo es una salvación consumada. En la misma línea corren todas las promesas. Solo agrego que el último versículo parece estar hablado en la persona de Dios el Padre, y las promesas están en Jesús. Y le ruego al lector aquí también que observe, que Jehová se compromete tanto para él como para ellos. Lo haré, dice el Señor, y lo harán.

¡Preciosa promesa! Y todo sí y amén en Cristo, 2 Corintios 1:20 ; Jeremias 32:40 .

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