REFLEXIONES.

¡Lector! Uno de los temas más importantes es tener una correcta comprensión del método mediante el cual el pobre hombre caído de todas las épocas de la Iglesia puede acercarse correctamente a Dios. A la humanidad siempre le ha gustado conmutar con Dios por el pecado, y cuando el Señor en la gracia diga, vuelve a mí, y yo volveré a ti, con la misma valentía que los de antaño, estamos aptos a clamar, ¿adónde volveremos? ? Y luego se establecen ayunos, limosnas y algunas formas de oración, a modo de expiación por el pecado del alma.

¡Ay, ay! aquí hay más orgullo espiritual en todo esto, que cualquier arrepentimiento real, o verdadero ayuno o tristeza. En medio de mil planes de falsa reforma y mil sustituciones, en lugar del verdadero retorno del corazón a Dios, solo hay uno que el Espíritu Santo enseña, y que es ciertamente infalible, es decir, con la mirada puesta en Cristo. Sin fe (dice el Señor el Espíritu por su siervo el Apóstol) es imposible agradar a Dios.

No habrá un verdadero sentido del pecado, ningún verdadero remordimiento del corazón hacia Dios, pero donde el Espíritu Santo ha dado un espíritu de gracia y súplica, para mirar a Aquel a quien hemos traspasado y llorar. En cada corazón, donde Dios el Espíritu Santo ha procesado a ese corazón con una acusación por el pecado, el pecado se siente, se conoce y se reconoce como sumamente pecaminoso. Y en todos los casos de este tipo, el arrepentimiento y el ayuno serán el efecto, y no se buscará como causa, para presentarse ante Dios.

De ahí que el Apóstol razone fuerte y satisfactoriamente; si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado. ¡Lector! ¿Se siente impulsado a preguntar, con los Sherezers y Regemmelechs de la hora actual, si debo llorar, debo primero en el quinto mes como lo he hecho durante todos estos años? escucha la respuesta del Señor y fíjate bien.

¡Oh! por la gracia de mirar a Jesús en todo, de ir a Jesús para todos, y de convertirlo en lo que Dios el Padre le ha hecho, el todo en todo del pacto. Él, y solo Él, en su gloriosa persona, sangre y justicia, es el único propiciatorio, el único propiciatorio, sacrificio y sacrificador, al que los pobres pecadores pueden mirar en todos sus acercamientos a Dios.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad