• Juan 8:3

    Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio,

  • Juan 8:4

    le dijeron: — Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el mismo acto de adulterio.

  • Juan 8:5

    Ahora bien, en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. Tú, pues, ¿qué dices?

  • Juan 8:6

    Esto decían para probarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo.

  • Juan 8:7

    Pero, como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: — El de ustedes que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

  • Juan 8:8

    Al inclinarse hacia abajo otra vez, escribía en tierra.

  • Juan 8:9

    Pero cuando lo oyeron, salían uno por uno comenzando por los más viejos. Solo quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio.

  • Juan 8:10

    Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: — Mujer, ¿dónde están?. ¿Ninguno te ha condenado?

  • Juan 8:11

    Y ella dijo: — Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: — Ni yo te condeno. Vete y, desde ahora, no peques más].

  • Juan 8:12

    Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: — Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida.

  • Juan 8:13

    Entonces los fariseos le dijeron: — Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

  • Juan 8:14

    Jesús respondió y les dijo: — Aun si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero porque sé de dónde vine y a dónde voy. Pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.

  • Juan 8:15

    Ustedes juzgan según la carne pero yo no juzgo a nadie.

  • Juan 8:16

    Y aun si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no soy yo solo sino yo y el Padre que me envió.

  • Juan 8:17

    En la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.

  • Juan 8:18

    Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió también da testimonio de mí.

  • Juan 8:19

    Entonces le decían: — ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: — Ni a mí me conocen, ni a mi Padre. Si a mí me hubieran conocido, a mi Padre también habrían conocido.

  • Juan 8:20

    Estas palabras habló Jesús enseñando en el templo en el lugar de las ofrendas; y nadie lo prendió porque todavía no había llegado su hora.

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