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cuando dio al mar sus límites y a las aguas ordenó que no traspasasen su mandato. Cuando establecía los cimientos de la tierra,
             
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con él estaba yo, como un artífice maestro. Yo era su delicia todos los días y me regocijaba en su presencia en todo tiempo.
             
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Yo me recreo en su tierra habitada, y tengo mi delicia con los hijos del hombre.
             
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“Ahora pues, hijos, óiganme: Bienaventurados los que guardan mis caminos.
             
            
    
    
    
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