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Bienaventurado el hombre a quien tú, oh SEÑOR, disciplinas y lo instruyes sobre la base de tu ley
             
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para darle tranquilidad en los días de la desgracia; en tanto que para los impíos se cava una fosa.
             
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Porque el SEÑOR no abandonará a su pueblo ni desamparará a su heredad.
             
            
    
    
    
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