Y alzando David sus ojos, vio al ángel de Jehová de pie entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en su mano, extendida sobre Jerusalén. Entonces David y los ancianos de Israel, que estaban vestidos de cilicio, se postraron sobre sus rostros.

David alzó sus ojos y vio al ángel... de pie entre la tierra y el cielo. Esta visión le fue mostrada a David, para que tuviera tiempo de ofrecer oraciones por la ciudad, que iba a tener la inflicción de la plaga. De modo que el vuelo del ángel fue para mostrar que había espacio para orar por misericordia, justo cuando Dios iba a aplicar el castigo. Todavía no había caído en tierra, ni había hecho ejecución alguna. 'Cuando la ira de Dios ha de ser ejecutada, los ministros terrenales y visibles de sus juicios, y los ejércitos invisibles del cielo, se unen para siempre.

El ojo natural sólo ve esos; el ojo espiritual contempla al otro también detrás. Es siempre en momentos como lo fue con Israel de antaño. La multitud, a la que le faltaba el ojo espiritual purificado, vio sólo la calamidad exterior, la pestilencia devastadora; pero "David alzó sus ojos, y vio al ángel del Señor de pie entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en su mano" (Trench, 'On the Parables', p. 223).

David y los ancianos... vestidos de cilicio, se postraron sobre sus rostros. Aparecieron vestidos y asumieron la actitud de humildes penitentes, confesando sus pecados y desaprobando la ira de Dios.

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