Y tú, Salomón, hijo mío, conoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo dispuesto; porque Jehová escudriña todos los corazones, y entiende toda imaginación de los pensamientos ; será hallado de ti; pero si lo abandonas, él te desechará para siempre.

Y tú, Salomón, hijo mío. El orador real ahora se dirige a Salomón, y de la manera más impresionante insiste en él sobre la importancia de la piedad sincera y práctica.

Conoce tú. No se refería a conocimiento intelectual, porque Salomón ya lo poseía, sino a ese conocimiento experimental de Dios que sólo se obtiene amándolo y sirviéndole.

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