Ahora pues, ven, te ruego que te dé un consejo, para que puedas salvar tu propia vida y la vida de tu hijo Salomón.

Permíteme... darte un consejo... La revuelta fue derrotada por este profeta, quien, conociendo la voluntad del Señor ( 2 Samuel 7:12 ; 1 Crónicas 22:9 ), se sintió obligado, de acuerdo con su carácter y oficio, a tomar la iniciativa para que se ejecutara. Hasta entonces, la sucesión de la monarquía hebrea no había sido resuelta.

El Señor se había reservado el derecho de nombramiento ( Deuteronomio 17:15 ), que se actuó en los nombramientos tanto de Saúl como de David; y en el caso de este último, la regla se modificó tanto que a su posteridad se le garantizó la posesión perpetua de la soberanía ( 2 Samuel 7:12 ).

Este propósito divino era conocido en todo el reino; pero no se había insinuado si el derecho de herencia debía pertenecer al hijo mayor. Adonías, al igual que el pueblo en general, esperaba que esta disposición natural se siguiera en el reino hebreo como en todos los demás. Natán, que conocía la solemne promesa del viejo rey a Salomón, y, además, que esta promesa estaba sancionada por la voluntad divina, vio que no había que perder tiempo.

Temiendo los efectos de una excitación demasiado repentina en el débil estado del rey, dispuso que Betsabé fuera primero a informarle de lo que se tramitaba fuera de los muros, y que él mismo le siguiera para confirmar su declaración. La narración no sólo muestra la vívida imagen de una escena en el interior de un palacio, sino que da la impresión de que en la corte hebrea se había establecido gran parte del ceremonial estatal oriental.

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