Y clamó al varón de Dios que había venido de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová: Por cuanto has desobedecido la boca de Jehová, y no has guardado el mandamiento que Jehová tu Dios te mandó,

Él clamó al hombre de Dios que vino de Judá, más bien, 'clamó;' es decir, la palabra del Señor. ¡Qué triste contraste entre su conducta presente y la anterior! Cuando se nos presenta por primera vez, presenta un espectáculo digno de admiración. Aparece en la capilla cismática de Bethel, un intrépido mensajero de Dios, un portador fiel e intransigente de terribles denuncias, sin embargo, se mantuvo impertérrito en medio de una multitud, y el ceño fruncido ni los halagos de un rey, ni los placeres de una mesa lujosa ni la perspectiva de un alojamiento cómodo después de las fatigas de un largo viaje, podrían tentarlo a desviarse del camino del deber ordenado.

Pero ahora vemos a aquel que se había negado a ser engatusado por un rey cediendo fácilmente con débil credulidad a la falsedad mal disimulada de un igual, y, en el disfrute de la sociedad agradable, olvidando su carácter y su misión. ¡Qué triste caída!

Por cuanto has desobedecido la boca del Señor...

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