Y los varones de David le dijeron: He aquí el día en que Jehová te dijo: He aquí, yo entrego a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él como bien te pareciere. Entonces David se levantó y cortó en secreto la falda del manto de Saúl.

Los hombres de David dijeron... He aquí el día. Dios nunca había hecho ninguna promesa de entregar a Saúl en manos de David; pero, a partir de las promesas generales y repetidas del reino a él, concluyeron que la muerte del rey se efectuaría aprovechando alguna oportunidad como la presente. David se opuso firmemente a las urgentes instigaciones de sus seguidores para poner fin a sus problemas y a los de ellos mediante la muerte de su perseguidor.

Un corazón vengativo habría seguido su consejo; pero David deseaba más bien vencer el mal con el bien, y amontonar carbones de fuego sobre su cabeza: sin embargo, cortó un fragmento de la falda del manto real. Es fácil imaginar cómo se pudo llevar a cabo este diálogo y cómo se pudo acercar David a la persona del rey sin despertar sospechas. El bullicio y el ruido de los militares de Saúl y de sus bestias, el número de celdas o divisiones en estas inmensas cavernas, y algunas de ellas muy interiores, envueltas en la oscuridad, mientras que cada movimiento podía verse en la boca de la cueva; la probabilidad de que la prenda de la que David cortó pudiera ser un manto suelto o superior tirado en el suelo, y que Saúl pudiera estar dormido: estos hechos y presunciones serán suficientes para explicar los incidentes detallados.

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