Y dijo David a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no escaparemos más de Absalón; apresuraos a partir, no sea que nos alcance de repente, y traiga el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada.

David dijo... Levántate y huyamos. David, preocupado por la conservación de la ciudad que había embellecido, y confiando en un mayor apoyo en todo el país, resolvió sabiamente abandonar Jerusalén.

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