Y cuando el arca de Jehová entraba en la ciudad de David, la hija de Mical Saúl miró por una ventana, y vio al rey David saltando y danzando delante de Jehová; y ella lo menospreció en su corazón.

Mical ... vio al rey David saltando y bailando ... y lo despreció en su corazón. El orgullo de su rango aristocrático se sintió gravemente ofendido por la exhibición pública de su esposo en un carácter tan poco digno, y que se asemejaba, según ella, más a la conducta de un montaraz o un bufón que a la del soberano de Israel. Pero el pensamiento de Mical era diferente de las ideas ridículas que nuestra imaginación suele asociar con un hombre de carácter grave y rango digno que se entrega a gestos salvajes y actitudes grotescas.

La danza consistía en medidas serias y solemnes, y estaba asociada en la mente de los orientales con sentimientos de culto religioso. Pero Mical, que no tenía un sentido propio de la religión, consideraba que David estaba exaltando el sacerdocio por encima del trono, o, en otras palabras, dando un honor indebido, un exceso de exaltación, a los funcionarios del santuario.

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