Y escribió en las tablas, conforme a la primera escritura, los diez mandamientos que os habló Jehová en el monte de en medio del fuego, el día de la asamblea; y me los dio Jehová.

Escribió sobre las tablas, según la primera escritura, es decir, no Moisés, actuando bajo la dirección divina, como el amanuense (copista), sino Dios mismo, quien hizo esta inscripción por segunda vez con Su propia mano, para dar testimonio de la importancia que Él atribuía a los Diez Mandamientos. A diferencia de otros monumentos de piedra de la antigüedad, que se hacían para estar de pie y al aire libre, aquellos en los que estaba grabada la ley divina eran portátiles y estaban destinados a ser guardados como un tesoro.

Josefo dice que cada una de las tablas contenía cinco preceptos. Pero la tradición generalmente recibida, tanto entre los escritores judíos como entre los cristianos, es que una tabla contenía cuatro preceptos, la otra seis.

Los diez Mandamientos. [La Septuaginta, seguida por Filón y Josefo, tiene: tous deka logous, de donde se derivó su palabra 'Decálogo' (ver las notas en Éxodo 21:1 ; también 'Suic. Thesau').]

Verso 5. Ahí están, como el Señor me ordenó. He aquí otra circunstancia minúscula pero importante, cuya mención pública en su momento atestigua la veracidad del historiador sagrado.

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