Por la mañana dirás: "¡Quiera Dios que sea la tarde!" y por la tarde dirás: "¡Quiera Dios que sea la mañana!" por el temor de tu corazón con el que temerás, y por la vista de tus ojos que verás.

Por la mañana dirás: ¡Ojalá fuera de día! Estas palabras muestran una imagen sorprendente del sufrimiento impaciente, que anhela el futuro, con la ardiente esperanza de que traerá algún respiro de la aflicción presente, aunque, cuando llega, sólo fuerza un nuevo y más pesado suspiro por el cambio anticipado.

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