No lo comas crudo, ni empapado en absoluto con agua, sino asado al fuego; su cabeza con sus patas, y con sus entrañas.

No la comas cruda, ni empapada en agua. La prohibición de comerlo crudo era una advertencia contra las prácticas idólatras de los paganos, que comían sus sacrificios con la sangre restante. La ebullición, por tender a disolver y desintegrar la carne, estaba estrictamente prohibida; y ésta era una razón adicional para su "asado al fuego", que admitía su conservación entera. La conservación de la víctima, como un todo no dividido, tenía por objeto destacar la idea de unidad, simbolizando la comunión de los que participaban de ella, como unidos en comunión con Dios y entre sí (cf. 1 Corintios 10:17 ). Esto se verificó además en Cristo, de quien "ningún hueso fue quebrado".

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