Y cuando el pueblo oyó estas malas nuevas, se enlutó, y nadie se vistió con sus atavíos.

Cuando el pueblo escuchó estas malas noticias, de Moisés en su descenso del monte. Dios, de hecho, había prometido ( Éxodo 33:14 ) que no les infligiría el castigo de la destrucción nacional ni la amenaza de retirar su presencia simbólica. Pero esa promesa fue hecha a Moisés en privado. Era necesario que la amenaza de una calamidad tan terrible fuera anunciada públicamente al pueblo, tanto más cuanto que su exención quedaba suspendida si mostraban un espíritu humilde y contrito.

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