Mas Faraón no os oirá, para que yo ponga mi mano sobre Egipto, y saque mis ejércitos, y mi pueblo los hijos de Israel, de la tierra de Egipto con grandes juicios.

Faraón no os hará oirá, para que yo ponga mi mano sobre Egipto. La sucesión de terribles juicios con que el país iba a ser azotado demostraría plenamente la supremacía del Dios de Israel. Es una visión muy parcial e incompleta de las trascendentales transacciones que se llevaron a cabo en el campo de Zoán considerarlas como destinadas a lograr la liberación de los israelitas de la esclavitud egipcia.

Ciertamente, esa era una parte del plan. Pero aquellos sucesos milagrosos contemplaban un propósito mucho más elevado y más amplio, a saber, el de oponerse y destruir el poder y la influencia de la idolatría egipcia. La contienda no era tanto con el propio monarca como con los ídolos en los que confiaba; y los auténticos milagros sirvieron, por las repetidas humillaciones que dieron a su orgullo y voluntad propia, para exponer la impotencia e inutilidad de los ídolos en los que confiaba.

En resumen, se trataba de una controversia entre el Dios verdadero y las falsas deidades en el baluarte de la idolatría; y es necesario que el lector lleve consigo este punto de vista en la lectura de la narración que sigue, a fin de percibir la idoneidad y el significado especial de las maravillas que, en una serie continua, se realizaron en la tierra de Cam.

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