Y habló Rebeca a su hijo Jacob, diciendo: He aquí, oí a tu padre hablar a Esaú tu hermano, diciendo:

Rebeca le habló a Jacob, ella apreciaba la bendición como algo invaluable, sabía que Dios la destinaba para el hijo menor; y en su ansiedad por asegurarse de que se le concediera al destinatario correcto, a alguien que se preocupaba por la religión, actuó con sinceridad de fe, pero con una política torcida, con un celo ignorante, sobre el falso principio de que el fin santificaría los medios.

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