Y él dijo: Partamos, y vámonos, y yo iré delante de ti.

Emprendamos nuestro viaje. Esaú propuso acompañar a Jacob y su familia por el país, tanto como muestra de amistad como de escolta para protegerlos. Pero la propuesta fue prudentemente rechazada. Jacob no necesitaba ningún estado o equipo mundano. A pesar de la cordialidad existente, los hermanos eran tan diferentes en espíritu, carácter y costumbres: uno era un hombre de mundo y el otro un hombre de Dios, que había un gran riesgo de que ocurriera algo que perturbara la armonía. Habiendo alegado Jacob una excusa muy razonable por la tardanza de sus movimientos, los hermanos se separaron en paz.

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