Y de dos en dos entraron con Noé en el arca, el macho y la hembra, como Dios había mandado a Noé.

Entraron de dos en dos. Los animales no fueron buscados, cazados y conducidos por Noé al arca; entraron en ella espontáneamente: Y tal vez sus movimientos puedan explicarse en parte por alguna impresión sensible e inquietud en sus cuerpos, como lo que se supone que es el monitor de las aves de paso, o por ese instinto natural que impulsa a los animales, bajo un secreto presentimiento de peligro, a buscar refugio con el hombre; pero, por encima de cualquier impulso físico de este tipo, deben haber sido impulsados por una dirección divina dominante, ya que es imposible, por cualquier otro principio, explicar que fueran en parejas.

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