Por tanto, vine a vosotros sin contradecir, tan pronto como me llamaron; os pregunto, pues, ¿para qué me enviasteis?

Por tanto, vine a vosotros sin contradecir, tan pronto como me llamaron; os pregunto, pues, ¿para qué me enviasteis? Todo el discurso está lleno de dignidad, contemplando el apóstol en la compañía ante él una nueva hermandad, en cuyas mentes devotas e inquisitivas está listo, como divinamente dirigido, para derramar la luz de una verdad nueva y sorprendente.

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