Porque miré, y no había ningún hombre; aun entre ellos y no había consejero que cuando pregunté de Porque miré, y no había ningún hombre; aun entre ellos, y no había consejero que, cuando yo les preguntaba, pudiera responder una palabra.

Miré ... y (no había) ningún consejero, ninguno de los adivinos idólatras que podría anunciar, los que les consultaron lo que sucedería en los últimos días. Compárese con "el consejo de sus mensajeros".

Que cuando les pregunté, es decir, los desafié, en este capítulo.

Pude responder una palabra.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad