Ahora pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová.

Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con sinceridad y con verdad. Después de haber enumerado tantos motivos de gratitud nacional, Josué los exhorta a declarar, de manera pública y solemne, si serán fieles y obedientes al Dios de Israel. Declaró que ésta era su propia resolución inalterable, y los exhortó, si eran sinceros en hacer una declaración similar, a "desechar los dioses extraños que había entre ellos", requisito que parece implicar que algunos eran sospechosos de tener un fuerte anhelo o una práctica oculta de la idolatría, ya sea en forma de zabaísmo, la adoración del fuego de sus antepasados caldeos, los escarabajos de Egipto o las supersticiones más burdas de los cananeos.

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