Cuando Josué estaba junto a Jericó, alzó los ojos y miró, y he aquí que frente a él había un hombre con la espada desenvainada en la mano; y Josué se acercó a él y le dijo: ¿Eres de los nuestros o de los adversarios?

Cuando Josué estaba junto a Jericó, en las inmediaciones de esa ciudad, probablemente ocupado en inspeccionar las fortificaciones, y en meditar el mejor plan de asedio. El efecto de esta impresionante escena, aquí descrita, se ve muy empañado por la intervención de un nuevo capítulo, que rompe la continuidad de la narración.

Había un hombre frente a él con la espada desenvainada. Es evidente, por la tensión del contexto, que no se trataba de una mera visión, sino de una aparición real, cuyo carácter repentino sorprendió, pero no amedrentó, al intrépido líder.

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