Que le contó todo su corazón, y le dijo: No ha venido una rasuradora sobre mi cabeza, porque he sido nazareo a Dios desde el vientre de mi madre; si me afeitan, entonces mi fuerza se irá de mí, y me debilitaré, y seré como cualquier otro hombre.

Si me afeito, mi fuerza desaparecerá de mí. Sus poderes hercúleos no provenían de su cabello, sino de su relación especial con Dios como nazareno. Sus mechones sin depilar eran un signo de su nazareidad y una promesa por parte de Dios de que su fuerza sobrenatural continuaría. En otras palabras, su fuerza dependía de su fiel cumplimiento del voto nazarí. Mientras lo hacía, el Señor estaba con él, y en ello radicaba su gran fuerza; y se nos dice expresamente que, después de haber permitido que se rompiera su voto, para que una navaja no cayera sobre su cabeza, el Señor se apartó de él.

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