Desechó el Señor su altar, abominó su santuario, entregó en mano del enemigo los muros de sus palacios; hicieron estruendo en la casa de Jehová, como en día de fiesta solemne.

Han hecho ruido en la casa del Señor, como en el día de una fiesta solemne. El grito de triunfo del enemigo en el templo conquistado se parecía, (¡pero qué triste contraste en cuanto a la ocasión!) a las gozosas acciones de gracias que solíamos ofrecer en el mismo lugar en nuestras "fiestas solemnes".

[Jet (ch)].

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