Los reyes de la tierra, y todos los habitantes del mundo, no hubieran creído que el adversario y el enemigo hubieran entrado por las puertas de Jerusalén.

Los reyes... y todos los habitantes del mundo, no hubieran creído que el adversario... hubiera entrado por las puertas de Jerusalén. Jerusalén estaba tan fortificada que todos la creían inexpugnable. Por lo tanto, sólo pudo haber sido la mano de Dios, y no la fuerza del hombre, la que la derribó.

[Mem (m)]

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