Diles: Cualquiera que sea de toda vuestra descendencia entre vuestras generaciones, que se acerque a las cosas santas que los hijos de Israel santifican a Jehová, teniendo su impureza sobre él, esa alma será cortada de mi presencia: Yo soy el Señor.

Quienquiera que sea... que se acerque a las cosas santas. La multitud de restricciones minuciosas a las que estaban sometidos los sacerdotes, por causa de la impureza accidental, al mantenerlos constantemente en guardia, para que no fueran incapaces del servicio sagrado, tendía a conservar en pleno ejercicio el sentimiento de temor y sumisión a la autoridad de Dios. Las ideas sobre el pecado y el deber se despertaban en sus pechos por cada caso al que se aplicaba un interdicto o un requerimiento.

Pero, ¿por qué promulgar un estatuto expreso para los sacerdotes descalificados por la lepra o el toque contaminante de un cadáver, cuando ya estaba en vigor una ley general que excluía de la sociedad a todas las personas en esa condición? Porque los sacerdotes podían ser propensos, por su familiaridad, a jugar con la religión, y a cometer irregularidades o pecados, amparándose en el manto del oficio sagrado. Por lo tanto, se promulgó esta ley, especificando las principales formas de contaminación temporal que excluían del santuario, para que los sacerdotes no se consideraran con derecho a una mayor licencia que el resto del pueblo; y para que, lejos de estar exentos en cualquier grado de las sanciones de la ley, estuvieran bajo una mayor obligación, por su posición sacerdotal, de observarla en su estricta letra y en sus más pequeños preceptos.

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