El que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio.

El que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio. ( Vea las notas en Mateo 19:3 ). Lejos de pretender debilitar la fuerza de la ley, con estas alusiones a una nueva economía, nuestro Señor no hace más que enviar a casa, de esta manera inesperada, sus elevadas exigencias con una acritud que los fariseos no dejarían de sentir.

Esta parábola, siendo precisamente lo contrario de la anterior, evidentemente fue pronunciada inmediatamente después, y diseñada para completar la lección de El uso correcto de las riquezas. Así como el mayordomo se hizo amigo de las riquezas de la iniquidad, así este rico se hizo a sí mismo, de las mismas riquezas, un enemigo en la persona de Lázaro, de tal manera que los oídos de todo el que lo oye retumban.  Así como, al actuar para la eternidad, en el espíritu de este mayordomo del tiempo, los amigos que así hacemos, cuando nos apartemos de esta escena, "nos recibirán en moradas eternas", así también al actuar, aun cuando profesemos ser cristianos, en el espíritu de este hombre rico, los enemigos que así nos hagamos se levantarán para excluirnos para siempre de las mansiones de los bienaventurados.

Tal es la sorprendente conexión entre estas dos parábolas. Este último, sin embargo, es en conjunto de un orden superior y un significado más profundo que el primero. El delgado velo de la exclusión de un hogar terrenal solo para ser seguido por la admisión en otros igualmente terrenales, se quita; y la terrible influencia del uso que ahora hacemos de las riquezas de la injusticia sobre nuestro estado eterno se presenta ante el ojo a la luz de las llamas eternas, tanto que el espeluznante resplandor de la escena permanece incluso con el lector más superficial.

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