Y los príncipes del pueblo habitaron en Jerusalén; el resto del pueblo también echó suertes, para traer uno de cada diez para que habite en Jerusalén, la ciudad santa, y nueve partes para que habite en otras ciudades.

Los gobernantes... habitaban en Jerusalén. Siendo esa ciudad la metrópoli del país, era justo y apropiado que la sede del gobierno estuviera allí. Pero la exigencia de los tiempos exigió que se tomaran medidas especiales para asegurar la residencia de una población adecuada, para la custodia de los edificios y la defensa de la ciudad. Debido a las molestias de los enemigos inquietos y malignos, que intentaron por todos los medios demoler las fortificaciones que se levantaban, había algún peligro que acechaba a un asentamiento en Jerusalén; y por lo tanto, la mayor parte de los exiliados que regresaron, para ganar y asegurar las recompensas de su deber, prefirieron permanecer en el campo o en las ciudades de provincia. (En cuanto a los netineos y los hijos de los siervos de Salomón, véanse las notas en 1 Crónicas 9:2 ; Esdras 2:43 ; Esdras 2:58 ; Esdras 7:7 ; también 7:60).

Para remediar este estado de cosas, se resolvió seleccionar por sorteo a uno de cada diez hombres de las tribus de Judá y Benjamín, para que se convirtiera en un habitante permanente de la capital. La necesidad de tal expediente lo encomendó a la aprobación general. Se sometió más fácilmente a que se recurriera a la suerte en todas las coyunturas más críticas de la historia judía y que el pueblo la considerara como una decisión divina ( Proverbios 18:18 ).

Esto despertó fuertemente el espíritu nacional; y los voluntarios patriotas acudieron prontamente a satisfacer los deseos de las autoridades, un servicio que, implicando gran abnegación así como valor, fue considerado en las circunstancias de tanta importancia que les hacía merecedores de la gratitud pública. No es de extrañar que la conducta de estos voluntarios suscitara el tributo de la admiración pública; porque sacrificaron su seguridad y comodidad personal por los intereses de la comunidad, siendo Jerusalén en ese momento un lugar contra el cual los enemigos de los judíos estaban dirigiendo mil complots, y, por lo tanto, la residencia en ella en tal coyuntura acarreaba gastos y diversas molestias de las que la vida en el campo estaba enteramente libre.

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