Y esta agua que causa la maldición entrará en tus entrañas, para hacer que tu vientre se hinche y tu muslo se pudra: Y la mujer dirá: Amén, amén.

Amén, amén. Los israelitas acostumbraban, en lugar de repetir formalmente las palabras de un juramento, a decir simplemente Amén, un "así sea" a las imprecaciones que contenía. La reduplicación de la palabra estaba concebida como una prueba de la inocencia de la mujer, y una voluntad de que Dios hiciera con ella lo que le correspondía.

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