Pesada es la piedra, y pesada la arena; pero la ira del necio es más pesada que ambos.

La piedra... la arena... la ira del necio es más pesada que ambas, tanto para sí mismo como para los demás. La ira es locura, y el necio no puede ponerle límites. No tiene una gota del rocío del Espíritu para apagar la llama.

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