Tus testimonios son también mis delicias y mis consejeros.

Tus testimonios también (son) mi delicia, (y) mis consejeros, en oposición a los 'príncipes sentados' en consejo contra mí. El rey Alfonso, cuando se le preguntó quiénes eran los mejores consejeros, respondió, los muertos, es decir, los libros; porque ellos, sin halagos, enseñan pura verdad. Con mejor razón David llama a las leyes de Dios sus consejeros (Muis).

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