Josué 8:1-35

1 El SEÑOR dijo a Josué: — No temas ni desmayes. Toma contigo a toda la gente de guerra, levántate y sube contra Hai. Mira, yo he entregado en tu mano al rey de Hai, a su pueblo, su ciudad y su tierra.

2 Harás a Hai y a su rey como hiciste a Jericó y a su rey. Solamente tomarán para ustedes su botín y su ganado. Pon una emboscada en el lado occidental de la ciudad.

3 Josué y toda la gente de guerra se levantaron para subir contra Hai. Josué escogió treinta mil hombres fuertes, a quienes envió de noche,

4 y les mandó diciendo: — Miren, pondrán una emboscada detrás de la ciudad. No se alejen mucho de la ciudad, y estén todos preparados.

5 Yo y toda la gente que está conmigo nos acercaremos a la ciudad. Y sucederá que cuando salgan contra nosotros como la primera vez, huiremos delante de ellos.

6 Saldrán tras nosotros hasta que los hayamos alejado de la ciudad porque dirán: “Huyen de nosotros como la primera vez”. Huiremos, pues, delante de ellos,

7 y ustedes se levantarán de la emboscada y se apoderarán de la ciudad, pues el SEÑOR su Dios la entregará en la mano de ustedes.

8 Y sucederá que cuando hayan tomado la ciudad, le prenderán fuego. Harán conforme a la palabra del SEÑOR. Miren que yo se lo he mandado.

9 Entonces Josué los envió, y ellos se fueron al lugar de la emboscada y se pusieron entre Betel y Hai, al oeste de Hai. Josué pasó aquella noche en medio del pueblo,

10 y levantándose Josué muy de mañana pasó revista al pueblo. Luego subió delante del pueblo contra Hai, junto con los ancianos de Israel.

11 Toda la gente de guerra que estaba con él subió y se acercó; llegaron frente a la ciudad y acamparon hacia el norte de Hai, estando el valle entre ellos y Hai.

12 Tomó unos cinco mil hombres y los puso en emboscada entre Betel y Hai, hacia el lado oeste de la ciudad.

13 Así ordenaron a la gente: todo el campamento hacia el lado norte de la ciudad, y la guardia emboscada hacia el oeste de la ciudad. Y Josué pasó aquella noche en medio del valle.

14 Sucedió que cuando el rey de Hai vio esto, los hombres de la ciudad se apresuraron, se levantaron muy de mañana y salieron al encuentro de Israel, para combatir él y todo su pueblo frente al Arabá, en el lugar acordado, no sabiendo que le estaba puesta una emboscada detrás de la ciudad.

15 Josué y todo Israel, fingiéndose vencidos ante ellos, huyeron por el camino del desierto.

16 Todo el pueblo que estaba en Hai se reunió para perseguirlos. Y persiguieron a Josué, siendo así alejados de la ciudad.

17 No quedó hombre en Hai y en Betel que no saliera tras Israel. Y por perseguir a Israel, dejaron la ciudad abierta.

18 Entonces el SEÑOR dijo a Josué: — Extiende la lanza que tienes en tu mano hacia Hai, porque yo la entregaré en tu mano. Josué extendió hacia la ciudad la lanza que tenía en su mano.

19 Y levantándose rápidamente de su lugar, los hombres que estaban en la emboscada corrieron cuando él extendió su mano, y entraron en la ciudad. Así la tomaron y se apresuraron a prender fuego a la ciudad.

20 Los hombres de Hai volvieron el rostro, y al mirar, he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo. Pero no les fue posible huir ni a un lado ni a otro, porque el pueblo que iba hacia el desierto se volvió contra los que lo perseguían.

21 Josué y todo Israel, viendo que los de la emboscada habían tomado la ciudad y que el humo de la ciudad subía, se volvieron y mataron a los hombres de Hai.

22 Los otros salieron de la ciudad a su encuentro. Así estuvieron en medio de Israel, los unos por un lado y los otros por el otro. Los mataron hasta que no quedó ni un sobreviviente ni un fugitivo.

23 También tomaron vivo al rey de Hai y lo llevaron ante Josué.

24 Sucedió que cuando los israelitas acabaron de matar a todos los habitantes de Hai en el campo, en el desierto donde ellos los habían perseguido, y cuando todos habían caído a filo de espada hasta ser exterminados, todos los israelitas se volvieron a Hai y mataron a todos a espada.

25 El número de los que cayeron aquel día, entre hombres y mujeres, fue de doce mil, todos los de Hai.

26 Porque Josué no retrajo su mano que había extendido con la lanza, hasta que destruyó a todos los habitantes de Hai.

27 Los israelitas solo tomaron para sí el ganado y el botín de aquella ciudad, conforme a la palabra que el SEÑOR había mandado a Josué.

28 Josué incendió Hai y la convirtió en un montículo de ruinas perpetuas, una desolación hasta el día de hoy.

29 Al rey de Hai lo colgó de un árbol hasta el atardecer. Cuando el sol se ponía, Josué mandó que quitaran su cuerpo del árbol y lo echaran a la puerta de la ciudad, donde levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta el día de hoy.

30 Entonces Josué edificó en el monte Ebal un altar al SEÑOR Dios de Israel,

31 como Moisés siervo del SEÑOR había mandado a los hijos de Israel y como está escrito en el libro de la ley de Moisés: un altar de piedras sin labrar sobre las cuales nadie había alzado herramientas de hierro. Sobre él ofrecieron holocaustos al SEÑOR e hicieron sacrificios de paz.

32 También escribió allí sobre las piedras, en presencia de los hijos de Israel, una copia de la ley de Moisés, que él había escrito.

33 Y todo Israel, sus ancianos, oficiales y jueces, tanto extranjeros como naturales, estaban de pie a ambos lados del arca delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto del SEÑOR. La mitad de ellos estaba hacia el monte Gerizim y la otra mitad hacia el monte Ebal, de la manera que Moisés siervo del SEÑOR lo había mandado, para que bendijeran primeramente al pueblo de Israel.

34 Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la Ley.

35 No hubo palabra alguna de todas las cosas que mandó Moisés, que Josué no leyera delante de toda la congregación de Israel, incluyendo las mujeres, los niños y los extranjeros que vivían entre ellos.

DIOS ALIENTA A JOSUE.

1. Jehová dijo a Josué: No temas—Con la ejecución de Acán fué alejada la ira divina, fueron alentados los israelitas, y la derrota fué seguida por la victoria; de este modo el caso de Hai es un ejemplo notable del gobierno disciplinario de Dios, en el cual los castigos por el pecado preparan el camino para la presentación de los beneficios temporales, quitados y retenidos por un tiempo por causa del pecado. Josué, quien había estado muy desalentado, fué animado por una comunicación especial que le prometía (véase cap. 1:6; Deuteronomio 31:6) éxito en la próxima empresa, la cual, sin embargo, había de desarrollarse sobre bases diferentes. toma contigo toda la gente de guerra, y levántate y sube a Hai—El número de guerreros ascendía a 600.000, y todo este ejército fué mandado en esta ocasión, por una parte porque la vez anterior los espías, confiados en sí mismos, habían dicho que unos pocos eran suficientes para atacar el lugar (cap. 7:3), por otra parte para disipar cualquier recelo creado por el recuerdo del reciente desastre, y también por la circunstancia de que los primeros despojos tomados en Canaán, repartidos entre todos, podrían influir como una recompensa por la obediencia en refrenarse del robo tanto como un aliciente para futuros esfuerzos. (Deuteronomio 6:10). Los demás del pueblo, inclusive las mujeres y los niños, se quedaron en el campamento de Gilgal. Estando el campamento en la llanura de Jericó sería una subida a Hai, que estaba sobre una colina. Yo he entregado en tu mano al rey de Hai, y a su pueblo, y a su tierra … pondrás, pues, emboscadas a la ciudad detrás de ella—Dios le aseguró la victoria pero le permitió seguir su propio plan para conseguir posesionarse de la ciudad.

3. escogió Josué treinta mil hombres fuertes—Josué despachó 30.000 hombres, bajo las sombras de la noche, a estacionarse en el lugar convenido para la emboscada. De este número un destacamento Deuteronomio 5 avanzó a esconderse cerca de la ciudad, para aprovechar la primera oportunidad de lanzarse dentro de ella.

4. emboscada a la ciudad detrás de ella—traducido (v. 9) “al occidente de Hai”. entre Beth-el y Hai—aunque Bethel está cerca en dirección del oeste viniendo por el norte, no se puede ver desde Tell-el-hajar; dos alturas rocosas se levantan entre los dos lugares, en el Wady El-Murogede, tal como se necesitaba para la emboscada. (Van de Velde, Robinson).

10. Josué … revistó al pueblo—es decir, al destacamento de la emboscada hizo esto, para poder presentar más tarde una prueba clara de que la obra había sido hecha sin pérdida de hombre, de modo que la confianza en Dios sería afirmada, y les daría aliento para proseguir la guerra de invasión con vigor subió él, con los ancianos de Israel—los magistrados principales y gobernantes, cuya presencia y autoridad oficial eran necesarias para asegurar que el ganado y los despojos de la ciudad fuesen divididos equitativamente entre los combatientes y el resto del pueblo (Números 31:27)—una regla militar de Israel, la cual corría el riesgo de ser violada, si se dejara a los soldados seguir su propia voluntad.

11-14. el valle estaba entre él y Hai … vínose Josué aquella noche al medio del valle—La profundidad de las laderas escarpadas al norte de Tell-el-hajar, la cual uno mira desde la colina, está de acuerdo con este relato. (Van de Velde). Josué mismo se puso al costado norte de la quebrada—la profunda hondonada del Wady El-Murogede, “aquella noche”—mientras todavía estaba obscuro, probablemente después de media noche, o muy temprano en la madrugada. (Juan 20:1). Al alba temprano, el rey de Hai despierta a sus soñolientos subditos, y hace una salida apresurada con todos los suyos capaces de llevar armas, para sorprender y aniquilar nuevamente a los hebreos. al tiempo señalado una hora convenida entre el rey y el pueblo de Hai y los de Bethel, confederados con él en esta empresa, tal vez se habían fijado la misma hora del día cuando habían peleado con éxito contra Israel, creyendo que era una hora de suerte (Jueces 20:38). no sabiendo que le estaba puesta emboscada a las espaldas de la ciudad—Es evidente que este rey y sus súbditos eran poco expertos en la guerra, de otra manera habrían enviado exploradores a reconocer todos los alrededores; de todos modos, no debían haber dejado abierta y sin protección alguna su ciudad. Tal vez la emboscada era una táctica de guerra desconocida en aquel país y entre aquella gente.

15-17. Josué y todo Israel, haciéndose vencidos, huyeron—La huída fingida en dirección al desierto, al sudeste, al Ghor, el valle desierto del Jordán, atrajo a todos los habitantes de Hai fuera de la ciudad, mientras el pueblo de Bethel se apresuró a tomar parte en la esperada victoria. Algunos suponen, por la mención de “la ciudad” y no “ciudades”, que las fuerzas efectivas de Bethel ya estaban concentradas en Hai, pues los dos lugares eran contiguos, y Hai era el más grande. (Véase cap. 12:16). Podría mencionarse, sin embargo, que las palabras “o Beth-el” no están en la Septuaginta, y son rechazadas por muchos entendidos como una interpolación no hallada en los manuscritos más antiguos.

18-25. Josué levantó hacia la ciudad la lanza que en su mano tenía—La lanza tal vez tenía una bandera o pendón para que fuese más visible desde el lugar donde él estaba. Vista esta señal convenida, la emboscada informada por sus exploradores, hizo un ataque repentino, y se posesionó de la ciudad y le prendió fuego, avisando a sus hermanos del hecho, por el humo que subía de las murallas. Al ver esto, el ejército principal que estaba fingiendo huída, se dió vuelta contra sus perseguidores en la entrada de la quebrada, mientras los 25.000 saliendo de la emboscada, atacaron por la retaguardia. Los de Hai, mirando atrás, vieron su situación desesperante.

23. tomaron vivo al rey de Hai, y trajéronle a Josué—para reservarlo para una muerte más ignominiosa, como un reo más culpable que sus súbditos ante los ojos de Dios. En el doble ataque, todos los hombres fueron muertos.

24. todos los Israelitas se tornaron a Hai, y la pusieron a cuchillo—las mujeres, los niños y los viejos que quedaron atrás, en total 12.000 personas.

26. Josué no retrajo su mano—Tal vez, la larga continuación de la postura; puede haber sido el medio señalado por Dios para animar al pueblo, postura que mantuvo en el mismo espíritu devoto que Moisés mostró, levantando sus manos hasta que la obra de exterminio fué completa. (Véase Éxodo 17:11).

28. Josué quemó a Hai y redújola a un montón perpetuo—“perpetuo” a menudo significa por largo tiempo. (Génesis 6:3). Cosa notable acerca de este “tell” o montón, es que hemos identificado su nombre con Hai, nombre que permanece hasta hoy. (Van de Velde).

29. EL REY AHORCADO.

29. Al rey de Hai colgó de un madero.—En las guerras antiguas, y especialmente en el Oriente, los jefes tomados prisioneros eran generalmente ejecutados. Los israelitas eran obligados por la ley divina a matarlos. La ejecución del rey de Hai tendería a facilitar la conquista de la tierra, pues causaría terror a los demás gobernantes, y dándole al acto la apariencia de un proceso judicial, en el cual ellos infligían sobre sus enemigos la venganza de Dios. quitasen del madero su cuerpo … y levantaron sobre él un gran montón de piedras—Fué quitado a la puesta del sol, según el mandato divino (Deuteronomio 21:23), y echado en un pozo cavado “a la puerta de la ciudad”, por ser el lugar más visible. El montón de piedras fué levantado sobre su cuerpo, costumbre que todavía existe en Oriente, por medio del cual se señala la sepultura de las personas infames.

30, 31. JOSUE EDIFICA UN ALTAR.

30, 31. Entonces Josué edificó un altar a Jehová … en el monte de Ebal—(Véase Deuteronomio 27:1). Este lugar estaba a 32 kilómetros de Hai. La marcha por un país hostil y el cumplimiento de este acto religioso, sobre esta montaña, sin ser molestados, ha de haber sido facilitado bajo la bendición de Dios mediante la destrucción de Hai. Este deber solemne tenía que cumplirse en la primera oportunidad conveniente después de su entrada en Palestina (Deuteronomio 27:2); y en vista de esto, parece que Josué condujo el pueblo por esta región montañosa, aunque no constan los detalles de la marcha. Ebal estaba al norte, frente a Gerizim, al norte de la ciudad de Siquem (hoy Nablus). un altar de piedras enteras—según instrucciones dadas a Moisés (Éxodo 20:25; Deuteronomio 27:5). sobre las cuales nadie alzó hierro—es decir, herramientas. La razón de esto era que todo altar del Dios verdadero debería ser construído de tierra (Éxodo 20:24); y si se construía de piedra, debía ser de piedras toscas, sin labrar, para que tuviera la apariencia y la naturaleza de la tierra, puesto que todo sacrificio cruento tiene que ver con el pecado y la muerte, por medio de los cuales el hombre, creado de la tierra, vuelve a la tierra. (Keil). ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron víctimas pacíficas—Esto se había hecho, cuando se estableció el pacto (Éxodo 24:5); y por la observancia de estos ritos (Deuteronomio 27:6), se renovó solemnemente el pacto; el pueblo se reconcilió con Dios por las ofrendas quemadas, mientras que por las “pacíficas” u ofrendas de gratitud y la fiesta que las acompañaba, todos gozaban de la feliz comunión con Dios.

32. escribió allí en piedras la repetición de la ley—(véase Deuteronomio 27:2); es decir, las bendiciones y maldiciones de la ley. Algunos piensan que las piedras que contenían estas inscripciones, eran las del altar; pero este versículo parece indicar que unos pilares de piedra fueron levantados al lado del altar, y sobre éstos, una vez revocadas, fué inscrito este duplicado de la ley.

33. todo Israel, y sus ancianos, oficiales, y jueces, estaban de la una y de la otra parte—Una mitad de Israel estaba en el monte Gerizim, y la otra mitad sobre Ebal—a lo largo de las laderas y bases de cada uno. delante de los sacerdotes Levitas—a la vista de ellos.

34. Después de esto, leyó todas las palabras de la ley—hizo que los sacerdotes y levitas la leyesen. (Deuteronomio 27:14). En las Escrituras, a menudo se dice que las personas hacen lo que ellas sólo mandan que se haga por otros.

35. No hubo palabra alguna de todas las cosas que mandó Moisés, que Josué no hiciese leer—Parece que se leyó una porción de la ley mucho más larga en aquella ocasión, que el breve resumen inscrito en las piedras; ésta debe haber sido la esencia de la ley contenida en Deuteronomio. (Deuteronomio 4:44; Deuteronomio 6:9; Deuteronomio 27:8). No fué escrita en las piedras sino en el revoque. El intento inmediato de esta recitación se logró por el cumplimiento del acto mismo; se relaciona con el porvenir, en cuanto el recuerdo del acontecimiento sería perpetuado en el libro de Josué, y en los documentos que forman su base. (Hengstenberg). Así fielmente cumplió las órdenes dadas por Moisés. ¡Cuán terriblemente solemne debe haber sido la concurrencia y la ocasión! Como se apeló tanto al ojo como al oído del pueblo, se esforzó por dejar una impresión indeleble; y con espíritu elevado por sus brillantes victorias en la tierra prometida, la memoria frecuentemente volvería a la memorable escena sobre los montes Ebal y Gerizim, en el valle de Sicar.

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