Juan 11:1-57

1 Estaba, entonces, enfermo un hombre llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta.

2 María era la que ungió al Señor con perfume y secó sus pies con sus cabellos. Y Lázaro, que estaba enfermo, era su hermano.

3 Entonces sus hermanas enviaron a decir a Jesús: “Señor, he aquí el que amas está enfermo”.

4 Al oírlo, Jesús dijo: — Esta enfermedad no es para muerte sino para la gloria de Dios; para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.

6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó aún dos días más en el lugar donde estaba

7 y luego, después de esto, dijo a sus discípulos: — Vayamos a Judea otra vez.

8 Le dijeron sus discípulos: — Rabí, hace poco los judíos procuraban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

9 Respondió Jesús: — ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza porque ve la luz de este mundo.

10 Pero si uno camina de noche, tropieza porque no hay luz en él.

11 Habiendo dicho estas cosas, después les dijo: — Nuestro amigo Lázaro duerme pero voy para despertarlo.

12 Entonces dijeron sus discípulos: — Señor, si duerme se sanará.

13 Sin embargo, Jesús había dicho esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposo del sueño.

14 Así que luego Jesús les dijo claramente: — Lázaro ha muerto;

15 y a causa de ustedes me alegro de que yo no haya estado allá para que crean. Pero vayamos a él.

16 Entonces Tomás, que se llamaba Dídimo, dijo a sus condiscípulos: — Vayamos también nosotros para que muramos con él.

17 Cuando llegó Jesús, halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.

18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros,

19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano.

20 Entonces, cuando oyó que Jesús venía, Marta salió a encontrarlo pero María se quedó sentada en casa.

21 Marta le dijo a Jesús: — Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

22 Pero ahora también sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

23 Jesús le dijo: — Tu hermano resucitará.

24 Marta le dijo: — Yo sé que resucitará en la resurrección en el día final.

25 Jesús le dijo: — Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.

26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?

27 Le dijo: — Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.

28 Y cuando hubo dicho esto, fue y llamó en secreto a su hermana María diciendo: — El Maestro está aquí y te llama.

29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a donde él estaba;

30 pues Jesús todavía no había llegado a la aldea sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado.

31 Entonces, los judíos que estaban en la casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se levantó de prisa y salió, la siguieron porque pensaban que iba al sepulcro a llorar allí.

32 Luego, cuando María llegó al lugar donde estaba Jesús y lo vio, se postró a sus pies diciéndole: — Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.

33 Entonces Jesús, al verla llorando y al ver a los judíos que habían venido junto con ella también llorando, se conmovió en espíritu y se turbó.

34 Y dijo: — ¿Dónde lo han puesto? Le dijeron: — Señor, ven y ve.

35 Jesús lloró.

36 Entonces dijeron los judíos: — Miren cómo lo amaba.

37 Pero algunos de ellos dijeron: — ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, hacer también que Lázaro no muriese?

38 Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta una piedra contra la entrada.

39 Jesús dijo: — Quiten la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: — Señor, hiede ya porque tiene cuatro días.

40 Jesús le dijo: — ¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios?

41 Luego quitaron la piedra, y Jesús alzó los ojos arriba y dijo: — Padre, te doy gracias porque me oíste.

42 Yo sabía que siempre me oyes pero lo dije por causa de la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

43 Habiendo dicho esto, llamó a gran voz: — ¡Lázaro, ven fuera!

44 Y el que había estado muerto salió, atados los pies y las manos con vendas, y su cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: — Desátenlo y déjenlo ir.

45 Muchos de los judíos que habían venido a María y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.

47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decían: — ¿Qué hacemos? Pues este hombre hace muchas señales.

48 Si lo dejamos seguir así todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación.

49 Entonces uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote en aquel año, les dijo: — Ustedes no saben nada;

50 ni consideran que les conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que perezca toda la nación.

51 Pero esto no lo dijo de sí mismo sino que, como era el sumo sacerdote de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;

52 y no solamente por la nación sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban esparcidos.

53 Así que, desde aquel día resolvieron matarle.

54 Por lo tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos sino que se fue de allí a la región que está junto al desierto, a una ciudad que se llama Efraín; y estaba allí con sus discípulos.

55 Ya estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subieron de esa región a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse.

56 Buscaban a Jesús y se decían unos a otros, estando en el templo: — ¿Qué les parece? ¿Que tal vez ni venga a la fiesta?

57 Los principales sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguno supiera dónde estaba, lo informara para que lo tomaran preso.

LAZARO ES LEVANTADO DE ENTRE LOS MUERTOS—CONSECUENCIAS DE ESTE MILAGRO.

1, 2. de Bethania—en el lado oriental del Monte de las Olivas. aldea de María y de Marta su hermana—distinguiéndola así de la otra Betania, “tras el Jordán”. (Véanse las notas acerca de los caps. 1:28; 10:40). María … era la que ungió al Señor con ungüento, etc.—Esto, aunque no relatado antes por nuestro evangelista sino hasta en el cap. 12:3, etc., era tan bien conocido en la enseñanza de todas las iglesias, según la predicción de nuestro Señor (Mateo 26:13), que aquí se menciona con anticipación, como la manera más natural de identificarla; y ella es nombrada primero, aunque era la menor, por ser la más distinguida de las dos. Ella “ungió al SEÑOR”, dice el evangelista, inspirado a usar este término aquí, como estaba por exhibirlo ilustremente como el Señor de la Vida.

3-5. Enviaron, pues, sus hermanas a él, diciendo: Señor, he aquí, el que amas está enfermo—una petición muy femenina, mas reverencial, al conocido afecto de su Señor por el enfermo. (Véanse los vv. 5, 11). “Aquellos a quienes ama Cristo, no están más exentos que otros de su porción de aflicciones y angustias: más bien, ellos están más seguramente destinados a ellas”. [Trench].

4. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muertea resultar en la muerte—mas por la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella—es decir, por esta gloria de Dios. (Véase el griego). ¡Lenguaje notable! el cual de labios de una criatura habría sido intolerable. Quiere decir que la gloria de Dios manifestada en la resurrección de Lázaro, vendría a manifestarse como la gloria, personal e inmediatamente, del Hijo. amaba Jesús a Marta, y a su hermana, y a Lázaro—¡qué cuadro! cuadro que en todo tiempo ha atraído la admiración de toda la cristiandad. No hay que extrañar que a aquellos escépticos que han criticado el sistema ético del evangelio, diciendo que no incluye las amistades personales en la lista de sus virtudes, se les haya señalado el respeto peculiar del Salvador por esta familia como una refutación triunfante, si tal cosa hiciera falta.

6. Como oyó pues que estaba enfermo, quedóse aún dos días en aquel lugar donde estaba—por lo menos a unos 42 kilómetros de distancia. Sin duda esto fué sólo para dejar que las cosas llegasen a su peor estado, a fin de manifestar su gloria. Pero ¡cuán penoso, entre tanto, para la fe de sus amigos, y cuán diferente de la manera de que generalmente se manifiesta el amor por el amigo moribundo, amor con el cual es evidente que contaba Maria. Pero los caminos del amor divino no son siempre los del amor humano. Frecuentemente son contrarios entre sí. Cuando están enfermos sus amigos, en cuerpo y alma; cuando su estado se pone más desesperado día por día; cuando toda esperanza de una mejoría está por acabar, precisamente entonces y por esto mismo es que él “quedóse aún dos días en aquel lugar donde estaba”. ¿Pueden ellos seguir esperando en vista de lo acontecido? Muchas veces no pueden; pero “ésta es su debilidad”. Pues ésta es la manera de obrar elegida por el Señor. Se nos ha enseñado esto bien, y ahora deberíamos saber la lección. Desde los días de Moisés, fué anunciado sublimemente, como el carácter de sus más grandes interposiciones, que “Jehová juzgará a su pueblo, y por amor de sus siervos se arrepentirá. cuando viere que la fuerza [de ellos] pereció”. (Deuteronomio 32:36).

7-10. Vamos a Judea otra vez—Estaba ahora en Perea, “tras el Jordán”. Dícenle los discípulos: Rabbí, ahora procuraban los Judíos apedrearte—lit. “ahora estaban buscando apedrearte”. (Cap. 10:31). ¿y otra vez vas allá?—a una muerte segura, como en el v. 16 muestra que ellos pensaban.

9. Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horns?—Véase la nota acerca del cap. 9:4. El día de nuestro Señor ya había llegado a su hora undécima, y habiendo andado hasta ahora “de día”, él no quería calcular mal la parte restante y más crítica de su obra, lo que sería tan fatal, dice él, como si la omitiera del todo; porque “el que anduviere [así habla, poniéndose bajo la misma gran léy del deber como todos los demás hombres] de noche, tropieza, porque no hay luz en él”.

11-16. Lázaro nuestro amigo duerme; mas voy a despertarle del sueño—¡Título ilustre! “Lázaro nuestro amigo”, A Abrahán sólo es otorgado en el Antiguo Testamento, y sólo después de su muerte, 2 Crónicas 20:7; Isaías 41:8, a lo cual nuestra atención es llamada en el Nuevo Testamento. (Santiago 2:23). Cuando vino Jesús. su precursor aplicó este nombre, en cierto sentido, a sí mismo, cap. 3:29; y en el mismo compañerismo los discípulos escogidos del Señor, se dice, han llegado, cap. 15:13-15. “La frase aquí empleada, ‘Lázaro nuestro amigo’, quiere decir más que ‘el que amas’. v. 3, porque da a entender que el afecto de Cristo era ‘reciprocado’ por Lázaro”. [Lampe.] A nuestro Señor sólo se le había dicho que Lázaro estaba “enfermo”. Pero el cambio que se había producido en los dos días de su demora, es mencionado aquí tiernamente. Sin duda, su espiritu estaba siempre con su “amigo” moribundo, y ahora muerto. El símbolo de “sueño” por la muerte es común en todos los idiomas, y nos es familiar en el Antiguo Testamento. En el Nuevo. sin embargo, se le da un sentido más elevado, en relación con los creyentes en Jesús (véase la nota acerca de 1 Tesalonicenses 4:14), un sentido aquí insinuado, y bien claramente en el Salmo 17:15 [Luthardt]; y el “despertar de sueño” adquiere un sentido correspondiente que transciende por mucho el mero despertamiento. si duerme, salvo estará—lit., “será preservado”; es decir, “se repondrá”; entonces, “¿para qué ir a Judea?”

14. Entonces, pues, Jesús les dijo claramente: Lázaro es muerto—“El sueño [dice Bengel, hermosamente] es la muerte de los santos, en el idioma del cielo; pero este idioma no entendieron aquí los discípulos; incomparable es la generosidad de la manera divina de conversar, pero tal es la lentitud de la comprensión de los hombres, que las Escrituras muchas veces tienen que descender al estilo más miserable del habla humana; cf. Mateo 16:11, ” etc. huélgome por vosotros, que yo no haya estado allí—Esto claramente da a entender que si él hubiera estado presente, no habría muerto Lázaro; pero no porque él no hubiera podido resistir las importunidades de las hermanas, sino porque en la presencia de la Vida personal, la muerte no habría podido alcanzar a su amigo. [Luthardt.] “Es hermosamente incongruo que en la presencia del Príncipe de la vida, no se dice, que nadie haya muerto”. [Bengel.] para que creáis—Esto se agrega para explicar su “holgura” de no haber estado presente. La muerte de su amigo, como tal, no le habría sido “gozosa”; lo que sigue, da a entender que fué dolorosa; mas “para ellos era segura”. (Filemón 3:1).

16. Tomás, el que se dice el Dídimo—o “el mellizo”. Vamos también nosotros, para que muramos con él—espiritu hermoso, aunque teñido con algo de tristeza, así como parece en el cap. 14:5, lo que muestra la tendencia de este discípulo a tomar la actitud sombría en los asuntos. En una ocasión memorable esta tendencia abrió la puerta a la incredulidad. la que fué momentánea. (Cap. 20:25). Aquí, sin embargo, aunque es afirmada por muchos intérpretes, no hay nada de ésa. El percibe claramente cómo este viaje a la Judea terminará, respecto a su Maestro, y no sólo ve en él un peligro para ellos, como lo percibían todos, sino que se siente como si no pudiera ni quisiera sobrevivir el sacrificio de su Señor a la furia de sus enemigos. Fué aquella clase de cariño que. viviendo sólo a la luz de su Objeto, no puede contemplar, ni tiene coraje para la vida. sin él.

17-19. Vino pues Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro—El murió en el día que llegaron las noticias de su enfermedad, y, según la costumbre judía. fué enterrado el mismo día (véase la Arqueología de Jahn’s y v. 39; Hechos 5:5, Hechos 5:10), y si Jesús, después de dos días más de demora en Perea, salió el día siguiente para Betania, viaje de unas diez horas, esto daría los cuatro días: siendo los días primero y último incompletos. [Meyer]. Betania estaba cerca de Jerusalem, como quince estadios—como tres kilómetros; mencionado para explicar las visitas de simpatía en las palabras siguientes, las que la proximidad de los dos lugares facilitaba. muchos de los Judíos habían venido a Marta y a María, a consolarlas—Así fueron provistos, de una manera muy natural. tantos testigos del milagro glorioso que había de seguir, como para establecer el hecho del milagro, sin posibilidad de que hubiese duda.

20-22. Marta, como oyó que Jesús venía, salió a encontrarle—fiel a la energía y actividad de su carácter, como se ve en Lucas 10:38. (Véanse las notas allí) mas María se estuvo en casa—igualmente fiel a su carácter plácido. Estos toques naturales nos ilustran de manera encantadora no sólo la fidelidad histórica detallada de ambos relatos, sino también su armonía interior. Marta dijo a Jesús: Señor, si habieses estado aqui, mi hermano no fuera muerto—Como después María dijo la misma cosa (v. 32), es claro que ellas habían dicho lo mismo entre sí, tal vez muchas veces durante los cuatro días tristes, y no sin tener confianza en su amor a veces puesta bajo las nubes. Sin embargo, semejantes pruebas de la fe no son peculiares a ellas. Mas también sé ahora, etc.—Personas de carácter enérgico generalmente son confiadas, apareciendo por entre las nubes más negras el arco iris de la esperanza. que todo lo que pidieres de Dios, te dará Dios—“hasta la restauración de mi hermano muerto”, porque aquél es evidentemente su sentido, como enseña la secuela.

23-27. Dícele Jesús: Resucitará tu hermano—expresándose adrede en términos generales, para provocar una reacción de parte de ella. Marta le dice: Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero—“Pero ¿no hemos de verlo en vida hasta entonces?” Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida—quiere decir: “Todo el poder de restaurar, comunicar y mantener la vida reside en mí”. (Véanse las notas acerca de los caps. 1:4; 5:21). ¿Qué pretensión superior a la divinidad suprema puede concebirse que este gran dicho? el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá—“La muerte del creyente será absorbida en la vida, la que nunca se hundirá en la muerte”. Así como la muerte viene por el pecado, así es de Cristo el disolverla; y así como la vida fluye por entre su justicia, así es de él comunicarla y mantenerla. (Romanos 5:21). La separación temporal del alma y del cuerpo es aquí considerada como no interrumpiendo, mucho menos, disminuyendo, la vida nueva y eterna comunicada por Jesús a su pueblo creyente. ¿Crees esto?—¿Puedes aceptar esto? Si, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, etc.—Y teniendo semejante fe en ti, yo puedo creer todo lo que eso abarca. Mientras ella tenía una percepción vacilante de que la resurrección, en todo sentido de la palabra, pertenecía al oficio mesiánico y a su calidad de Hijo de Dios pretende con esta manera de expresarse, cubrir mucho de lo que ella sabía ignorar, y que sin duda, le pertenecía a Jesus.

28-32. El Maestro está aquí, y te llama—El relato no nos da este detalle interesante, mas las palabras de Marta lo dan. como lo oyó, levántase prestamente—el cariño por su Señor, la seguridad de su simpatía y su esperanza de interposición, ponen en su espíritu deprimido una energía elástica. los Judíos … siguiéronla—Así casualmente fueron provistos los testigos del milagro glorioso que seguía, testigos, seguramente, no preocupados a favor de aquel que lo obró. Va al sepulcro a llorar allí—según la costumbre judía, durante algunos días después del entierro. derribóse a sus pies—más ardiente que su hermana, aunque sus palabras son menos. (Véase la nota acerca del v. 21).

33. Jesús entonces, como la vió llorando, y a los Judíos … llorando, se conmovió en espíritu—obrando con simpatía en Jesús las lágrimas de María y de sus amigos, provocaron sus emociones. ¡Qué manifestación viva y hermosa de su verdadera humanidad! La palabra aquí traducida “se conmovió” no quiere decir “suspiró” o “se afligió”, sino más bien “poderosamente refrenó su emoción”; hizo un esfuerzo visible de detener aquellas lágrimas que estaban por brotar de sus ojos. y turbóse—refiriéndose probablemente a esta dificultad visible al reprimir sus emociones.

34. ¿Dónde le pusisteis? Dícenle: Señor, ven, y ve—Tal vez refrenó sus emociones para mostrar serenidad y hacer esta pregunta, y al recibir la contestación, ir con ellos al lugar. Lloró Jesús—Esto comunica la sublime brevedad de las dos palabras originales; pues “derramó lágrimas” habría podido expresar la diferencia entre la palabra usada aquí, y aquella dos veces repetida en el v. 33, y allí correctamente traducida “llorando”, que indicaba el lamento ruidoso por el muerto, mientras que la de Jesús consistía en lágrimas silenciosas. ¡No por nada, el evangelista, unos sesenta años después de este acontecimiento, presenta ante todas las edades con brevedad enternecedora, el espectáculo sublime del Hijo de Dios en lágrimas! ¡Qué sello de su perfecta unidad con nosotros en el rasgo más compensador de nuestra humanidad afligida! ¿Pero no había algo en aquellas lágrimas más que tristeza por el sufrimiento y la muerte humanos? ¿Pudieron estos efectos moverlo sin sugerir la causa? ¿Quién puede dudar de que en su oído cada detalle de esta escena proclamara aquella ley severa del reino: “La paga del pecado es muerte”, y que este elemento en su emoción visible estuviera bajo todo lo demás?

36. Dijeron entonces los Judíos: Mirad cómo le amaba—Os damos las gracias, visitantes desde Jerusalén, por este testimonio espontáneo a la afabilidad humana del Hijo de Dios.

37. Y—más bien, “Pero”—algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste que abrió los ojos al ciego, hacer que éste no muriera?—La primera exclamación vino de parte de la porción de los espectadores mejor dispuestos; ésta sugiere una medida de sospecha. Difícilmente llega al punto de confirmar el milagro en el ciego; pero “Si (como dice todo el mundo) él hizo aquello, ¿por qué no podía hacer también que Lázaro viviera?” En cuanto a la restauración del muerto a la vida, ni pensaron en semejante cosa. Pero esta disposición a dictar al poder divino, y casi hacer peligrar nuestra confianza en él para que haga nuestra voluntad, no está limitada a hombres sin fe. Jesús, conmoviéndose otra vez—como en el v. 33, refrenó, o reprimió sus emociones, en el primer caso, de tristeza. aquí por indignación justa por la incredulidad insensata de ellos. (Cf. Marco 3:5.) [Webster y Wilkinson.] Pero aquí, también, la emoción contenida era más honda, ya que estaba a punto de contemplar el lugar donde yacía su amigo, en el silencio horroroso de la muerte. una cueva—la cavidad, natural o artificial, de una roca. Esto, el número de amigos simpatizantes de Jerusalén, y el ungüento costoso con el cual Maria más tarde ungió a Jesús en Betania, todo indica que la familia gozaba de buenas comodidades materiales.

39-44. Dice Jesús: Quitad la piedra—dirigidas a los acompañantes de Marta y María; porque era un trabajo de no poco esfuerzo. [Grocio.] Según los talmudistas, estaba prohibido abrir un sepulcro, después de que era puesta la piedra encima. Además de otros peligros, ellos temían la impureza legal por el contacto con los muertos. Por esto evitaban acercarse a un sepulcro más de cuatro codos. [Maimónides en Lampe]. Pero el que tocó el leproso, y el féretro del hijo de la viuda de Naín, se eleva aquí también por encima de estos recuerdos judíos de males, cada uno de los cuales él había venido a quitar. Obsérvese aquí lo que hizo nuestro Señor mismo, y lo que mandó que otros hiciesen. Así como Elías mismo reparó el altar en el monte Carmelo, arregló la leña, cortó la víctima en pedazos, y colocó las piezas sobre la leña, pero hizo que los circunstantes derramaran bastante agua sobre el holocausto y sobre la leña y llenaran también la zanja que había hecho alrededor del altar, para que no se suscitaran sospechas de que secretamente había puesto fuego en la pila. (1 Reyes 18:30); así nuestro Señor dejaría que los más escépticos viesen que, sin poner su mano sobre la piedra que tapaba a su amigo, él podía llamarlo de nuevo a la vida. Pero todo lo que podía hacer el hombre, mandó que fuera hecho, reservando sólo para sí lo que trascendía el poder de las criaturas. Marta, la hermana del que se había muerto—y como tal guardiana de los restos preciosos; mencionándose aquí el parentesco para explicar por qué ella se aventuró a objetar a que descubrieran los restos, en estado de descomposición a los ojos de aquel que lo había amado tan tiernamente en vida. Señor, hiede ya, que es de cuatro días—(Véase la nota acerca del v. 17). Es un error suponer por esto [como Lampe y otros] que, como los circunstantes, ella no hubiera pensado en su restauración a la vida. Pero las débiles llamas de esperanza que ella alentaba desde el principio (v. 22). y que habían sido avivadas por lo que Jesús le dijo (vv. 23-27), habían sufrido un eclipse momentáneo por el pensamiento de exhibir el cadáver ahora en descomposición. A tales fluctuaciones está sujeta en horas obscuras toda fe verdadera. (Véase, por ejemplo, el caso de Job.)

40. Jesús le dice: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?—El no le había dicho estas mismas palabras, pero éste fué el importe de todo lo que le había hablado acerca de su poder vivificador (vv. 23, 25, 26); una reprensión suave, mas enfática y muy instructiva: “¿Por qué parece imposible la restauración de la vida, a un cadáver ya en descomposición, en presencia de la misma Resurrección y la Vida? ¿Todavía tienes que aprender que, “si puedes creer, todo es posible al que cree”? (Marco 9:23). Jesús, alzando los ojos arriba—una expresión señalando su solemnidad tranquila. (cf. cap. 17:1). Padre, gracias te doy que me has oído—más bien, “me oíste”, refiriéndose a una oración determinada elevada por él, probablemente cuando tuvo conocimiento del caso (vv. 3, 4); porque la unidad que mantenía con el Padre se manifestaba en la carne, no sólo por la comunicación espiritual, espontánea e ininterrumpida del uno con el otro, sino por actos específicos de fe, y la práctica de la oración en cada caso conforme se presentaba. El oraba [dice Luthardt, bien] no por lo que él deseara, sino por la manifestación de lo que poseía y teniendo la clara conciencia de la contestación en la misma libertad sentida de pedirlo, y la seguridad de que estaba presente, da gracias por esto con gran sencillez antes de ejecutar el hecho mismo. Que yo sabía que siempre me oyes; mas por causa de la compañía que está alrededor, lo dije, para que crean que tú me has enviado—En vez de orar ahora, simplemente da gracias por la respuesta a una oración ofrecida antes que dejara a Perea, y agrega que hacía esto, a oídos de la multitud, no porque dudara de la eficacia de sus oraciones en cualquier caso, sino para mostrar al pueblo que él no hacía nada sin su Padre, mas todo por comunicación directa con él.

43, 44. Y habiendo dicho estas cosas, clamó a gran voz—Unicamente en otra ocasión hizo esto: en la cruz. Su última expresión fué un grito fuerte (Mateo 27:50). “No clamará”, dijo el profeta, ni en su ministerio clamaba. ¡Qué sublime contraste con los “susurros” de los que leemos en Isaías 8:19; Isaías 29:4 [como comenta Grocio]! Esta “gran voz” parece secundaria comparada en grandeza con aquella “voz” que levantará a todos los muertos, cap. 5:28, 29; 1 Tesalonicenses 4:16. Díceles Jesus: Desatadle, y dejadle ir—Jesús mismo no quiere hacer esto, así como no quiso remover la piedra. El primer acto fué una preparación necesaria para la resurrección; el otro, la secuela necesaria a ella. EL ACTO DE DAR VIDA LO RESERVA PARA SI MISMO. Así en la vivificación de los muertos a la vida espiritual, se emplea primeramente la instrumentalidad humana para preparar el camino, y luego encauzar esa vida para provecho.

45, 46. muchos de los Judíos que … habían visto … creyeron en él. Mas algunos de ellos fueron a los Fariseos, y dijéronles lo que Jesús había hecho—Las dos clases de personas que continuamente reaparecen en la historia evangélica; no hay alguna obra grande de Dios que no produzca las dos clases. “Es interesante que en cada una de las tres ocasiones cuando nuestro Señor resucitó muertos, estaba reunido gran número de personas. En dos instancias, la resurrección del hijo de la viuda y la de Lázaro, todos ellos eran testigos del milagro; en la tercera, la de la hija de Jairo, todos sabían que se había efectuado el milagro. Sin embargo, esta circunstancia importante, en cada caso. es mencionada sólo incidentalmente por los historiadores, no es presentada ni citada como prueba de su veracidad. Respecto a este último milagro, notamos un mayor grado de preparación, tanto en el arreglo providente de los acontecimientos y en las acciones y en las palabras de nuestro Señor, que en cualquiera de los otros. El milagro anterior (la curación del ciego de nacimiento) se distingue de todos los demás por la averiguación abierta y formal de los hechos. Y estos dos milagros, los más públicos y los mejor atestados de todos, son relatados por Juan, quien escribió mucho tiempo después de los otros evangelistas.” [Webster y Wilkinson.]

47-54. ¿Qué hacemos? porque este hombre hace muchas señales, etc.—“Mientras nosotros malgastamos el tiempo ‘este hombre’ con sus ‘muchas señales’ se lleva a todos; el entusiasmo popular traerá una revolución, la que arrojara a los romanos encima de nosotros, y nuestro todo se hundirá en una ruina común”. ¡Qué testimonio a la realidad de los milagros de nuestro Señor, y el efecto irresistible de ellos, sobre sus enemigos más acérrimos!

49. Caifás … sumo pontífice de aquel año, les dijo:. . nos conviene que un hombre muera por el pueblo, etc.—El queria decir únicamente que la mejor manera para prevenir la ruina temida de la nación, era sacrificar al perturbador de la paz. Pero al expresar esta sugestión de conveniencia política, fué guiado de tal manera que pronunció una predicción de profundo significado; y Dios así ordenó que esto saliera de los labios del sumo sacerdote de aquel año memorable, del cabeza reconocido del pueblo visible de Dios, cuya facultad antigua, simbolizada por el “Urim y Thummim”, era la de decidir, en último recurso, todas las cuestiones vitales, como el oráculo de la voluntad divina.

52. Y no solamente por aquella nación, etc.—Estas son palabras del evangelista, y no de Caifás.

53. consultaban juntos de matarle—Caifás no expresó sino lo que el partido estaba deseando secretamente, mas tenía temor de proponerlo.

54. Por tanto, Jesús ya no andaba manifiestamente entre los Judíos—¿Cómo podía, si no quería morir antes de su tiempo? junto al desierto—de Judea. ciudad que se llama Ephraim—entre Jerusalén y Jericó.

55-57. la Pascua de los Judíos estaba cerca: y muchos subieron … antes de la Pascua, para purificarse—de alguna impureza legal que los habría inhabilitado para guardar la fiesta. Esto se menciona para introducir la declaración gráfica que sigue. buscaban a Jesús, y hablaban los unos con los otros estando en el templo—expresando las distintas conjeturas y especulaciones acerca de la probabilidad de que viniera él a la fiesta. ¿que … no vendrá a la fiesta?—La forma de esta pregunta da a entender la opinión de que más bien vendría. los pontífices y los Fariseos habían dado mandamiento, que si alguno supiese dónde estuviera, lo manifestase, para que le prendiesen—Esto se menciona para explicar las conjeturas de si vendría, a pesar de esta decisión de prenderle.

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