Juan 8:1-59

1 Pero Jesús se fue al monte de los Olivos,

2 y muy de mañana volvió al templo. Todo el pueblo venía a él y sentado, les enseñaba.

3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio,

4 le dijeron: — Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el mismo acto de adulterio.

5 Ahora bien, en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. Tú, pues, ¿qué dices?

6 Esto decían para probarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo.

7 Pero, como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: — El de ustedes que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

8 Al inclinarse hacia abajo otra vez, escribía en tierra.

9 Pero cuando lo oyeron, salían uno por uno comenzando por los más viejos. Solo quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio.

10 Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: — Mujer, ¿dónde están?. ¿Ninguno te ha condenado?

11 Y ella dijo: — Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: — Ni yo te condeno. Vete y, desde ahora, no peques más].

12 Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: — Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida.

13 Entonces los fariseos le dijeron: — Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

14 Jesús respondió y les dijo: — Aun si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero porque sé de dónde vine y a dónde voy. Pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.

15 Ustedes juzgan según la carne pero yo no juzgo a nadie.

16 Y aun si yo juzgo, mi juicio es verdadero porque no soy yo solo sino yo y el Padre que me envió.

17 En la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.

18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió también da testimonio de mí.

19 Entonces le decían: — ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: — Ni a mí me conocen, ni a mi Padre. Si a mí me hubieran conocido, a mi Padre también habrían conocido.

20 Estas palabras habló Jesús enseñando en el templo en el lugar de las ofrendas; y nadie lo prendió porque todavía no había llegado su hora.

21 Luego Jesús les dijo otra vez: — Yo me voy, y me buscarán; pero en su pecado morirán. A donde yo voy ustedes no pueden ir.

22 Entonces los judíos decían: — ¿Será posible que se habrá de matar a sí mismo? Pues dice: “A donde yo voy, ustedes no pueden ir”.

23 Él les decía: — Ustedes son de abajo; yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo.

24 Por esto les dije que morirán en sus pecados; porque a menos que crean que Yo Soy, en sus pecados morirán.

25 Así que le decían: — Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: — Lo mismo que les vengo diciendo desde el principio.

26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de parte de él, esto hablo al mundo.

27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre.

28 Entonces Jesús les dijo: — Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces entenderán que Yo Soy, y que nada hago de mí mismo sino que estas cosas hablo así como el Padre me enseñó.

29 Porque el que me envió, conmigo está. El Padre no me ha dejado solo porque yo hago siempre lo que le agrada a él.

30 Mientras él decía estas cosas, muchos creyeron en él.

31 Por tanto, Jesús decía a los judíos que habían creído en él: — Si ustedes permanecen en mi palabra serán verdaderamente mis discípulos;

32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.

33 Le respondieron: — Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Llegarán a ser libres”?

34 Jesús les respondió: — De cierto, de cierto les digo que todo aquel que practica el pecado es esclavo del pecado.

35 El esclavo no permanece en la casa para siempre; el Hijo sí queda para siempre.

36 Así que, si el Hijo los hace libres, serán verdaderamente libres.

37 Sé que son descendientes de Abraham; no obstante, procuran matarme porque mi palabra no tiene cabida en ustedes.

38 Yo hablo de lo que he visto estando con el Padre, y ustedes hacen lo que han oído de parte de su padre.

39 Respondieron y le dijeron: — Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: — Puesto que son hijos de Abraham, hagan las obras de Abraham.

40 Pero ahora procuran matarme a mí, un hombre que les he hablado la verdad que oí de parte de Dios. ¡Esto no lo hizo Abraham!

41 Ustedes hacen las obras de su padre. Entonces le dijeron: — Nosotros no hemos nacido de inmoralidad sexual. Tenemos un solo padre, Dios.

42 Entonces Jesús les dijo: — Si Dios fuera el padre de ustedes, me amarían; porque yo he salido y he venido de Dios. Yo no he venido por mí mismo sino que él me envió.

43 ¿Por qué no comprenden lo que digo? Porque no pueden oír mi palabra.

44 Ustedes son de su padre el diablo, y quieren satisfacer los deseos de su padre. Él era homicida desde el principio y no se basaba en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo propio habla porque es mentiroso y padre de mentira.

45 Pero a mí, porque les digo la verdad, no me creen.

46 ¿Quién de ustedes me halla culpable de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué ustedes no me creen?

47 El que es de Dios escucha las palabras de Dios. Por esta razón ustedes no las escuchan, porque no son de Dios.

48 Respondieron los judíos y le dijeron: — ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?

49 Respondió Jesús: — Yo no tengo demonio. Más bien, honro a mi Padre; pero ustedes me deshonran.

50 Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga.

51 De cierto, de cierto les digo que si alguno guarda mi palabra nunca verá la muerte para siempre.

52 Entonces los judíos le dijeron: — ¡Ahora sabemos que tienes demonio! Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi palabra nunca gustará muerte para siempre”.

53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham quien murió, o los profetas quienes también murieron? ¿Quién pretendes ser?

54 Respondió Jesús: — Si yo me glorifico a mí mismo mi gloria no es nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien ustedes dicen: “Es nuestro Dios”.

55 Y ustedes no lo conocen. Pero yo sí lo conozco. Si digo que no lo conozco seré mentiroso como ustedes. Pero lo conozco y guardo su palabra.

56 Abraham, el padre de ustedes, se regocijó de ver mi día. Él lo vio y se gozó.

57 Entonces le dijeron los judíos: — Aún no tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

58 Les dijo Jesús: — De cierto, de cierto les digo que antes que Abraham existiera, Yo Soy.

59 Entonces tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo.

LA MUJER TOMADA EN ADULTERIO.

1, 2. Jesús se fué al monte de las Olivas—Esto debería formar el último versículo del capítulo anterior. “El regreso del pueblo a la tranquilidad y seguridad de sus casas (cap. 7:53), al terminar la fiesta, de propósito se pone en contraste con la manera de que nuestro Señor pasa la corta noche, sin hogar, para estar otro día temprano en la mañana en la arena nuevamente. Uno no puede entender bien por qué lo relatado en Lucas 21:37, no habría podido hacerse aun así temprano; podría haber sido la costumbre usual del Señor desde el principio la de retirarse de entre la miseria brillante de la ciudad todas las noches, para así componer su corazón triste e intercesor, y reponer sus energías para nuevos trabajos de amor; prefiriendo para su lugar de descanso Betania y el Monte de las Olivas, la escena así consagrada por muchas oraciones preparatorias para su final humillación y exaltación.” [Stier].

3-6. escribas y los Fariseos—frustrados en su tentativa de ayer, y esperando tener mejor éxito en ésta. mujer tomada … adulterando … Moisés nos mandó apedrear—sencillamente, matarla (Deuteronomio 22:22), pero en casos agravados, por lo menos en tiempos posteriores, la muerte era probablemente por apedreamiento (Ezequiel 16:40). tú pues, ¿qué dices?—esperando confundirlo, fuese cual fuese su contestación: si él decía: Apedreadla, eso parecería que él salía de su esfera propia (porque Jesús no era un juez); si prohibía que la apedreasen, eso sería indicar que él quería relajar la moralidad pública. Pero estos hipócritas astutos fueron superados en inteligencia. inclinado hacia abajo—Se notará que él estaba “sentado”, cuando ellos se acercaron a él. escribía en tierra con el dedo—Por esta actitud, parece, él quería hacerles ver su aversión a entrar a tratar el caso. Pero como esto no les convenía, “perseveraban preguntándole”, insistiendo en una contestación. Finalmente, enderezándose, dijo:

7. El que de vosotros esté sin pecado—no queriendo decir sin pecado completamente; ni tampoco, inocente de una violación literal del Séptimo Mandamiento; sino, probablemente, aquel cuya conciencia le absuelva de cualquier pecado semejante. arroje … la piedra el primero—“la piedra”, queriendo decir el primero en arrojarla (Deuteronomio 17:7).

8. volviéndose a inclinar hacia abajo, escribía—El objeto de inclinarse por segunda vez y escribir en tierra, fué evidentemente para dar a sus acusadores una oportunidad para escabullirse sin ser vistos por él, y así evitar ser manifestados ante sus ojos, lo que apenas habrían podido soportar.

9. Oyendo … redargüidos de la conciencia, salíanse uno a uno … y quedó solo Jesús—es decir, sin que quedara uno de sus acusadores; porque, se agrega: la mujer … estaba en medio—“en medio” de la audiencia. Mientras que la trampa dejó de agarrar a aquel para quien fué puesta, atrapó a los que la habían puesto. Aturdidos por el golpe inesperado, se deslizaron, lo que hace tanto más repugnante la desvergüenza de aquellos asquerosos hipócritas en traer semejante causa ante el ojo público.

10. Mujer, etc.—¡Qué ternura y gracia inimitables! Consciente de su propia culpa, y hasta ahora en manos de hombres que habían hablado de apedrearla, maravillada de la habilidad con que habían sido dispersados sus acusadores, y de la gracia de las pocas palabras a ella dirigidas, ella estaría dispuesta a escuchar, con una reverencia y docilidad antes desconocidas, la admonición de nuestro Señor: “Ni yo te condeno: vete, y no peques más” El no pronuncia ningún perdón a la mujer (como “Tus pecados te son perdonados”,—Vete en paz”), mucho menos le dice que ella no ha hecho nada condenable; simplemente deja el asunto donde estaba antes. No se entremete en las funciones del magistrado, ni hace de juez en ningún sentido (cap. 12:47). Pero al decir: “Vete, y no peques más”, palabras que fueron dichas antes a uno que sin duda creía (cap. 5:14), probablemente se da a entender más de lo que está expresado. Si fué traída repentinamente a la convicción del pecado, a la admiración por su libertador, y a una disposición de ser reprendida y guiada por él, este ilamamiento a empezar una vida nueva podría haber llevado en sí lo que aseguraría y produciría un cambio permanente. (Nota. Todo este relato falta en algunos de los manuscritos más antiguos y más valiosos, y aquellos que lo tienen, varían entre sí. La evidencia interna a su favor es abrumadora. Es fácil explicar su omisión, si es genuino; pero si no es genuino, es casi imposible explicar por qué ha sido interpolado). (Muchísimos comentaristas, sin embargo, creen que no es genuino; es decir, que Juan no lo escribió; pero algunos dicen que tal vez era una tradición oral de algún incidente verdadero en la vida de Cristo, y que muchos años después fué agregado al manuscrito del Cuarto Evangelio. El lenguaje no parece el de Juan. Nota del Trad.)

12-59. MAS DISCURSOS DE JESUS—TENTATIVA DE APEDREARLO.

12. Yo soy la luz del mundo—Como las referencias al agua (caps. 4 y 7) y al pan (cap. 6) fueron ocasionadas por acontecimientos exteriores, así también ésta a la luz. En la “Tesorería”, o “lugar de las limosnas”, v. 20, estaban dos faroles colosales de oro, en los cuales se colgaban una multitud de lámparas que se prendían después del sacrificio vespertino (probablemente todas las tardes durante la fiesta de los tabernáculos), las que difundían su luz, se dice, por toda la ciudad. Ahora, así como en medio de las festividades de las aguas del Siloé, Jesús clamaba, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”, así ahora en medio del resplandor y el regocijo de la iluminación, él proclama: “Yo soy la luz del mundo”, evidentemente en el sentido más absoluto. Porque, mientras que da a sus discípulos el mismo título, ellos no son sino “luz en el Señor” (Efesios 5:8); y aunque llama al Bautista “antorcha que ardía y alumbraba” (o, “lámpara” de su día, cap. 5:35), sin embargo, “no era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. “Aquél era la luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo hombre”. (cap. 1:8, 9). Bajo este título magnífico fué prometido el Mesías de antaño, Isaías 42:6; Malaquías 4:2, etc. el que me sigue—como uno sigue una luz que va adelante, y como siguieron los israelitas la columna, de nube brillante en el desierto. mas tendrá la lumbre de la vida—la luz, como de un mundo nuevo, una vida espiritual y eterna recién despertada.

13-19. Tú de ti mismo das testimonio: tu testimonio no es verdadero—¿Cómo hace Jesús frente a esta sofistería especiosa? No disputando sobre esta saludable máxima humana de que “alabanza de sí mismo no es alabanza”, sino afirmando que él era una excepción a la regla, o más bien, que la regla no se aplicaba a él.

14. porque sé de dónde he venido y a dónde voy, etc.—Véase la nota acerca del cap. 7:28, 29.

15. Vosotros según la carne juzgáis—sin comprensión espiritual alguna. mas yo no juzgo a nadie. 16. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, etc.—en otras palabras: “Vosotros no sólo formáis vuestros juicios carnales y torcidos acerca de mí, sino que estáis decididos a llevarlos a efecto; yo, aunque forme y pronuncie mi juicio sobre vosotros, no estoy aquí para llevarlo a ejecución, pues esto está reservado para un día futuro; sin embargo, el juicio que ahora pronuncio y el testimonio que presto, no es mío solamente, como suponéis vosotros, sino es de aquel también quien me envió. (Véase la nota acerca del cap. 5:31, 32). Y éstos son los dos testigos a todo hecho que exige vuestra ley”.

20. Estas palabras habló Jesús en el lugar de las limosnas—una división, así llamada, del atrio anterior del templo, parte del patio de las mujeres [Josefo, Antigüedades, xix 6:2, etc.], (lo que puede confirmar lo genuino de los vv. 2-11, de este capítulo, como el lugar a donde fué llevada la mujer). nadie le prendió, etc.—Véase la nota acerca del cap. 7:30. En el diálogo que sigue, el conflicto se vuelve más agudo de ambas partes, hasta que, llegando al colmo, ellos levantan piedras para apedrearlo.

21-25. Y díjoles otra vez Jesús: Yo me voy, etc.—Véase la nota acerca del cap. 7:34.

22. Decían entonces los Judíos: ¿Hase de matar a sí mismo?—Viendo en sus palabras algo más que antes (cap. 7:35), mas su pregunta es más maligna y burlona.

23. Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba—haciendo contraste de sí mismo, no como en el cap. 3:31, simplemente con mensajeros de Dios nacidos en la tierra, sino con hombres nacidos y criados en un elemento contrario al de él, lo que hacía imposible que él y ellos tuviesen algún compañerismo actual, o morasen eternamente juntos. Véase otra vez la nota acerca del cap. 7:34; también el v. 44.

24. si no creyereis que yo soy, en vuestros pecados moriréis—Ellos sabían muy bien lo que él quería decir. (Marco 13:6, griego; cf. Mateo 24:5). Pero él no quería, diciendolo claramente, darles a ellos los elementos para una acusación para los cuales estaban vigilando. Al mismo tiempo, uno se acuerda irresistiblemente por semejante lenguaje, que tanto trasciende lo que conviene en los hombres, de aquellas declaraciones antiguas del Dios de Israel: “YO SOY”, etc. (Deuteronomio 32:39; Isaías 43:10, Isaías 43:13; Isaías 46:4; Isaías 48:12). Véase la nota acerca del cap. 6:20.

25. ¿Tú quién eres?—esperando así sacar una contestación explícita; pero llevan chasco.

26, 27. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros: mas el que me envió, es verdadero, etc.—“Yo podría decir, y en la ocasión propia diré y juzgaré muchas cosas de vosotros (refiriéndose tal vez a la obra del Espíritu Santo quien es para juicio como también para la salvación, cap. 16:8), pero lo que digo es justamente el mensaje que me ha dado mi Padre para entregar a vosotros”.

28-30. Cuando levantareis al Hijo del hombre—La intimación más clara de su muerte que hasta ahora ha dado en público de la manera y de los autores de su muerte. entenderéis que yo say, etc.—llegaréis a saber, o tendréis suficientes pruebas de lo muy verdadero que era todo lo que os dije, aunque estaréis muy lejos de confesarlo. no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre, etc.—quiere decir: “A vosotros, que rechináis los dientes en mí, y me miráis mal en toda presentación pública, parece que quedo solo y sin apoyo; pero tengo una simpatía y un apoyo que trascienden todo aplauso humano; vine acá para hacer la voluntad de mi Padre, y al hacerla no he dejado de agradarle; por lo tanto él siempre está a mi lado con su mirada de aprobación, sus palabras de aliento y su brazo que me apoya.”

30. Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él—En vez de maravillarnos de esto, la maravilla debería ser de si se pudieran pronunciar palabras de tal grandeza sobrenatural, tan excelente, sin cautivar a algunos de sus oyentes. Y así como “todos los que estaban sentados en el concilio” para enjuiciar a Esteban, “vieron su rostro”, cuando no esperaba sino la muerte, “como el rostro de un ángel” (Hechos 6:15), así podemos suponer que, lleno Jesús de su sentido de dulce apoyo en la presencia de su Padre, entre la rabia y el desprecio de los gobernantes, resplandecía de su semblante una divina benignidad, irradiaba las palabras que caían de su boca, y ganaba a los “muchos” sinceros de sus oyentes.

31-33. Y decía Jesús a los Judíos que le habían creído: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, etc.—La impresión producida por las últimas palabras de nuestro Señor, tal vez se había hecho visible por algún movimiento decisivo, y aquí se aprovecha de él para impresionar en ellos la “continuación” en la fe, puesto que sólo entonces serían ellos “sus discípulos verdaderos” (cf. cap. 15:3-8), y entonces experimentalmente deberían “conocer la verdad”, y “por la verdad serían hechos (espiritualmente) libres”. respondiéronle: Simiente de Abraham somos, y jamás servimos a nadie, etc.—¿Quiénes dijeron esto? Seguramente no la misma clase mencionada ahora mismo como ganados por sus palabras divinas, y exhortados a continuar en ellas. La mayoría de los intérpretes creen que sí; pero es difícil atribuir semejante discurso petulante a los discípulos recién ganados, aun en el sentido más bajo, mucho menos a personas ganadas como lo fueron ellas. Eso vino, probablemente, de personas entreveradas con ellos en la misma parte de la multitud, mas de un espíritu muy diferente. El amor propio de la nación judía, aun ahora después de siglos de humillación, es el rasgo más prominente de su carácter. “¿Hablar de libertad a nosotros? Por favor ¿cuándo y a quién hemos servido?” Esta jactancia suena casi ridícula de parte de semejante nación. ¿Se habían olvidado de su esclavitud larga y amarga en Egipto? ¿de su triste cautiverio en Babilonia? ¿de su actual estado bajo el yugo romano, y de su ansia de arrojarlo de sus hombros? Pero probablemente ellos veían que nuestro Señor señalaba otra cosa: la libertad, tal vez, de los dirigentes de sectas o partidos; y no querían reconocer su sujeción a éstos. Nuestro Señor, pues, aunque sabía qué esclavos eran ellos en este sentido, mete aun más hondo el arado, a una esclavitud con la cual poco soñaban ellos.

34, 35. todo aquel que hace pecado—es decir, que vive cometiéndolo (véanse las notas acerca de 1 Juan 3:8, Joel 3:8; Mateo 7:23) es siervo de pecado—“esclavo” del pecado; pues no se trata del servicio libre, sino de quién está en la esclavitud. (Véanse las notas acerca de 2 Pedro 2:19; Apocalipsis 6:16). La gran verdad aquí expresada no fué desconocida a los moralistas paganos; pero se refería sólo al vicio, porque ellos eran totalmente extraños a lo que en la religión revelada se llama pecado. El pensamiento de esclavos y libertos, o trabajadores libres en la casa sugiere a nuestro Señor una idea más amplia. Y el siervo no queda en casa para siempre: el hijo queda para siempre—quiere decir: “Y si vuestra conexión con la familia de Dios es la de esclavos, no tenéis vínculo natural con la casa; vuestro vínculo es esencialmente inseguro y precario. Mas la relación del HIJO con el Padre es natural y esencial, y una relación de derecho. Ese es mi parentesco, mi vínculo: Si vosotros, entonces, queréis que vuestro parentesco con la familia de Dios sea hecho real, legítimo y permanente, tenéis que ser manumitidos por el Hijo y adoptados como hijos e hijas del Señor Todopoderoso. En esta sublime afirmación, hay sin duda una alusión subordinada a Génesis 21:10 : “Echa a esta sierva y a su hijo: que el hijo de esta sierva no ha de heredar con mi hijo, con Isaac”. (Véase la nota acerca de Gálatas 4:22).

37-41. mas procuráis matarme—Esto les había dicho cara a cara antes: ahora lo repite, y ellos no lo niegan; sin embargo, son retenidos, como por algún encanto maravilloso: fué asombro que les infundió la combinación de su dignidad, coraje y benignidad. porque mi palabra no cabe en vosotros—¿Cuándo habló jamás profeta humano de sus palabras en esta forma? Nos hablan de que “la palabra del Señor” venía a ellos. Pero aquí está uno quien levanta “su palabra” como aquello que debería hallar entrada y permanencia para sí en las almas de todos los que la oyen. del Padre … vuestro padre—Véase la nota acerca del v. 23. Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais—El acababa de decirles que “él sabía que eran simiente de Abrahán”; eso es, según la carne; mas hijos de su fe y santidad no lo eran, sino lo contrario. no hizo esto Abraham—Al hacer así, ellos obraban en oposición directaa Abrahán. nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, Dios—queriendo decir, como se reconoce generalmente, que ellos no eran una raza ilegítima en cuanto a religión, la cual sólo fingiera ser el pueblo de Dios, sino que descendieron de Abrahán escogido por Dios.

42, 43. Si vuestro Padre fuera Dios, ciertamente me amaríais—que quiere decir: “Si tuviérais algo de la imagen moral, como los hijos llevan la semejanza de su padre, me amaríais. porque yo soy inmediata y directamente de él. Pero “mi lenguaje (queriendo decir su manera de expresarse sobre estos temas) os es ininteligible, porque no podéis comprender la verdad que mi lenguaje comunica.”

44. Vosotros de vuestro padre el diablo sois—“Este es uno de los testimonios más decisivos de la personalidad objetiva (exterior) del diablo. Es del todo imposible suponer una acomodación a las ideas judías, o una forma metafórica de expresión, en una aserción tan solemne como ésta” [Alford] los deseos de vuestro padre—sus inclinaciones, tendencias, deseos impuros, malignos e impíos. queréis cumplir—“deseosos, dispuestos a hacer”; no de una ciega necesidad de la naturaleza, sino por pura inclinación natural. El, homicida ha sido desde el principio—La referencia no es a Caín [como Locke, De Wette, Alford, etc.], sino a Adán [Grocio. Calvino, Meyer, Luthardt, etc.] La muerte de la raza humana, en su sentido más amplio, se atribuye al seductor homicida de nuestra raza. y no permaneció en la verda—Como, hablando estrictamente, la palabra quiere decir “mora”, se ha negado que aquí se exprese la caída de Satanás de un estado anterior santo [Locke, etc.], y algunos intérpretes superiores piensan que sólo se insinúa. [Olshausen, etc.] Pero, aunque la forma del pensamiento es presente, no pasada, esto es para expresar la idea importante de que todo su carácter y actividad no es sino un continuo desvío de su propia verdad y rectitud originales; y así su caída no es sólo la base inferida del pensamiento, sino parte de la declaración misma, correctamente interpretada y expresada. no hay verdad en él—vacío de toda aquella rectitud santa y verdadera que, como criatura de Dios, antes poseía. Cuando habla mentira, de suyo habla—de sus propios recursos, o tesoros. Mateo 12:35. [Alford]. (La palabra está en el plural). Quiere decir que él no tiene tentación desde fuera de mentir; es engendrado en él mismo, saliendo de una naturaleza que no es sino oblicuidad. padre de mentira—todo lo falso en el mundo le debe a él su existencia. ¡Qué versículo es éste! Presenta al diablo (1) como el asesino de la raza humana; pero esto aquí quiere decir en el sentido más profundo de muerte espiritual, lo presenta también (2) como el padre de esta familia humana caída, quien comunica a su descendencia sus propias pasiones malvadas y su oblicuidad universal, y a éstos estimula para el ejercicio activo. Pero como hay uno “más fuerte que él”, quien viene contra él y lo vence (Lucas 11:21), pues solamente aquellos que “aman las tinieblas”, son llamados aquí hijos del diablo (Mateo 13:38; 1 Juan 3:8).

45-47. Y porque yo digo verdad, no me creéis—no aunque “digo verdad”, sino porque, por la razón dada en el versículo anterior. Si hubiera sido él menos verdadero, le habrían aclamado más pronto. ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?—¿Quién trae acusación? ¡Dilema glorioso! “Probad mi pecado, y rechazadme: y si no, ¿por qué os oponéis a mis pretensiones?” Naturalmente, sólo se podía suponer que ellos hallaran tacha en su vida; pero en uno que ya había pasado por complicaciones incomparables, y continuamente tenía que tratar con amigos y enemigos de toda suerte y grado, semejante desafío, lanzado ampliamente entre sus enemigos más acérrimos, no puede resultar en nada menos que una pretensión a impecabilidad absoluta.

48-51. ¿No decimos bien nosotros, que tú eres Samaritano, y tienes demonio?—¡Qué desdén más intenso y virulento! (Véase Hebreos 12:3). El “no decimos bien” se refiere al cap. 7:20. “Samaritano” quiere decir más que “no es nada de israelita”; quiere decir uno que pretendía, mas no tenía manera de reclamar el título, contestando la negación de que ellos no fuesen los verdaderos descendientes de Abrahán. Respondió Jesús: Yo no tengo demonio—¡Qué dignidad tranquila hay aquí! Verdaderamente, “cuando le maldecían, no retornaba maldición”. (1 Pedro 2:23). Cf. Pablo, Hechos 26:25 : “No estoy loco”, etc. No agrega: “Tampoco soy samaritano”, para que no pareciera que él participaba del desprecio de ellos hacia una raza que ya lo había recibido como el Mesías, y que empezaba a ser bendecida por él. antes henro a mi Padre; y vosotros me—deshonráis el lenguaje de sentimiento herido. Pero lo intimo de su alma, en tales momentos ha de verse sólo en declaraciones proféticas como éstas: “Por amor de ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rostro; he sido extrañado de mis hermanos, y extraño a los hijos de mi madre. Porque me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban, cayeron sobre mí” (Salmo 69:7). Y no busco mi gloria: hay quien la busque, y juzgue—más correctamente traducido por el modo indicativo en la segunda cláusula de nuestra versión española, pues evidentemente el Padre busca la gloria del Hijo, deseando “que todos honren al Hijo como honran al Padre”; tratando judicialmente al “que no honra al Hijo” como que “no honra al Padre que le envió” (cap. 5:23, y cf. Mateo 17:5); mas dando al Hijo (cap. 6:37) a los que todavía arrojarán sus coronas ante su trono, en quienes “del trabajo de su alma verá y será saciado”. (Isaías 53:11).

51. el que guardare mi palabra, no verá muerte para siempre—En parte vindicando así su alto título como Señor del reino de la vida eterna, y, al mismo tiempo, extendiendo aun a sus escarnecedores el cetro de la gracia. La palabra “guardare” está en armonía con el v. 31: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra”, expresando la permanencia, como un principio vivo y supremo, de aquella fe a la cual se refería: “No verá muerte para siempre”, aunque virtualmente pronunciada antes (cap. 5:24; 6:40, 47, 51), es la afirmación más fuerte y más clara totodavía dada de una verdad muy gloriosa. (En el cap. 11:26 se repite en términos casi idénticos).

52, 53. Entonces los Judíos le dije ron: Ahora conocemos que tienes demonio, etc.—“Ahora estás condenado por tu misma palabra; pues sólo un endemoniado podría hablar así: los más ilustres de nuestros padres están muertos, y tú prometes exención de la muerte a cualquiera que guarde tus palabras ¡por favor! ¿quién eres tú?”

54-56. Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria es nada, etc.—Véase la nota acerca del cap. 5:31, etc. seré como vosotros mentiroso—remontando ahora al extremo de santa severidad, para traer a su fin así este largo diálogo. Abraham vuestro padre se gozó por ver mi día, etc.—“se alegró hasta lo sumo de ver”, o, “se gozó de que había de ver”, por anticipación. Aun más lo vió, y se gozó—en efecto, lo vió, para gozo suyo. Si esto no quiere decir más de lo que él tuvo, una previsión profética del día del evangelio, como expresa la segunda cláusula que repite la primera, ¿cómo podían los judíos entender que Jesús quería decir que el había “visto a Abrahán”? Y si quiere decir que Abrahán estaba contemplando entonces, en su espíritu separado del cuerpo, al Mesías encarnado [Stier, Alford, etc], estas palabras parecen muy poco adecuadas para expresarlo. Manifiesta algo pasado—“vió mi día, y se gozó”, seguramente mientras aun vivía. Parece referirse al trato familiar que Abrahán tenía con Dios, quien varias veces en la historia se llama “el Angel de Jehová”, y a quien Cristo aquí identifica consigo mismo. En aquellas ocasiones Abrahán “me vió”. [Olshausen piensa que se hace referencia a alguna escena no relatada en la historia]. Si éste es el sentido, entonces todo lo que sigue, es muy natural.

57-59. Dijéronle entonces los Judíos: Aun no tienes cincuenta años—“No se puede sacar de esto alguna inferencia en cuanto a la edad del Señor en aquella ocasión. Para los judíos, cuando un hombre llegaba a la edad de cincuenta años, significaba que había llegado al fin de la edad viril.” [Alford.] ¿y has visto a Abraham?—Jesús había dicho que Abrahán lo vió a él, como que era su privilegio peculiar. Pero los judíos lo consideraron bajo otro aspecto: “¿has visto tú a Abrahán?” como un honor demasiado grande para que él la pretendiera. Antes que Abraham fuese, yo soy—Las palabras traducidas “fuese” y “soy” son bien distintas. La una quiere decir que “Abrahán fué introducido en la existencia”; la otra, “que yo existo” (“existia, continuaba existiendo y continúo existiendo” todo en la forma del verbo). La afirmación no es pues que Cristo empezara a existir como fué el caso de Abrahán (como dicen los arrianos que es el sentido), que él nunca vino a ser, sino que existía antes que tuviera ser Abrahán; en otras palabras, que existía antes de la creación, o eternalmente, como dice en el cap. 1:1. En aquel sentido lo entendieron claramente los judíos, puesto que “tomaron entonces piedras para tirarle”, así como lo habían hecho antes cuando vieron que él se hacía igual a Dios, cap. 5:18. se encubrió—Véase la nota Lucas 4:30.

Continúa después de la publicidad