Sabiendo, por tanto, el temor del Señor, y cuán terrible es comparecer en su tribunal, nos esforzamos por exhortar a los hombres a temerlo y a adorarlo; y esta intención se da a conocer a Dios, que ve nuestro corazón: y Espero que nuestra forma sincera de pedir y predicar sea también conocida en vuestra conciencia. (Witham)

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