Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres, pero somos manifestados a Dios; y espero que seamos manifestados también en vuestras conciencias. [Sabiendo, pues, qué razón hay para temer desagradar a Dios, no buscamos su desagrado abandonando nuestro ministerio porque los hombres nos juzgan mal y nos calumnian, ni dejando que nuestro ministerio pierda su fuerza y ​​poder por nuestra indiferencia a la buena opinión de los hombres acerca de nosotros ; pero, por el contrario, continuamos en nuestro ministerio, y persuadimos pacientemente a nuestros oponentes de nuestra sinceridad e integridad cuando afirmamos ( 2 Corintios 5:9 ) que nuestra única ambición es agradar a Dios.

Pero no necesitamos persuadir a Dios en este asunto, porque nuestros corazones son conocidos y manifiestos para él, y confío que también sean manifiestos para ti en razón de esta disculpa que me has hecho hacer.]

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