Rubén, que ahora tiene unos cuatro años, jugando en el campo, en la última época de la cosecha, (Éxodo ix.32) encontró mandrágoras de una belleza y sabor extraordinarios (Cántico de los Cantares vii.13) ya fueran flores, lirios , jazmín, etc. como algunos traducen; o más bien, frutos de la mandrágora, según todas las versiones antiguas; o del cidro, el limón o el naranjo, si creemos a Calmet.

Dudaim designa dos senos, o algo hermoso y protuberante. Los antiguos han hablado con admiración y han atribuido efectos maravillosos a las mandrágoras, que, aunque controvertidas por los modernos, podrían bastar para que Raquel deseara enormemente tenerlas; al menos, si creía que contribuirían a eliminar su esterilidad, como Plinio, Historia natural xxv. 15. Aristóteles (de Gener. Ii.) Y otros naturalistas eminentes han sostenido que sí.

(Haydock) --- El efecto que tanto deseaba, sin embargo, no se les podía atribuir, ya que concibió sólo tres años después, y eso por la bendición de Dios. (Tirino)

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