Porque Dios prometió a Abraham bendecir a todas las naciones en su simiente; es decir, por la venida de Cristo, juró por sí mismo, sin tener otro por quien jurar, etc. Les muestra cuán seguros pueden estar de la felicidad eterna, a menos que sean perezosos. Primero, es Dios mismo, quien ha prometido hacerlos felices. En segundo lugar, lo prometió con juramento; y estas son dos cosas inmutables en Dios, que no puede mentir.

Y el juramento fue: a menos que bendiga, te bendeciré, etc. El sentido es que, a menos que yo te dé grandes bendiciones, no me dejes ser estimado como el Dios verdadero. En esto Dios nos ha dado el mayor consuelo a nosotros, que hemos huido de las obras imperfectas de la antigua ley de Moisés, creyendo y esperando en Cristo. Esta esperanza es como un ancla segura y firme de nuestras almas, en medio de todas las persecuciones y peligros, que nos hará entrar, incluso dentro del velo, como en esa parte del templo llamado el lugar santísimo, que era una figura del cielo, en el cual Cristo Jesús mismo entró primero, por su gloriosa ascensión después de sus sufrimientos. Entró como nuestro sumo sacerdote y para prepararnos un lugar allí. (Witham)

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