heb. 6:13. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por uno mayor, juró por sí mismo.

Este versículo muestra el significado profundo de la vinculación del pacto de Dios de sí mismo en el sermón sobre la soberanía de Dios.

4. De aquí aprendemos qué motivo tenemos para admirar la gracia de Dios, que debe condescender a unirse a nosotros por pacto; que él, que es naturalmente supremo en su dominio sobre nosotros, que es nuestro propietario absoluto, y puede hacer con nosotros lo que le plazca, y no tiene ninguna obligación para con nosotros; que debe, por así decirlo, renunciar a su libertad absoluta, y debe dejar de ser meramente soberano en sus dispensaciones hacia los creyentes, una vez que han creído en Cristo, y deben, para su consolación más abundante, quedar obligados.

Para que puedan desafiar la salvación de este Soberano; pueden exigirlo a través de Cristo, como una deuda. Y sería perjudicial para la gloria de los atributos de Dios negárselos; sería contrario a su justicia y fidelidad. ¡Qué admirable condescendencia hay en tal Ser, el volverse así atados a nosotros, gusanos del polvo, para nuestro consuelo! Se comprometió por su palabra, su promesa. Pero no quedó satisfecho con eso; pero para que tengamos un consuelo aún más fuerte, se ha obligado a sí mismo con su juramento.

Hebreos 6:13 etc., "Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por uno mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto bendiciendo te bendeciré, y multiplicando te multiplicaré. Y así, después de Habiendo soportado pacientemente, obtuvo la promesa, porque los hombres en verdad juran por el mayor, y el juramento por confirmación es para ellos el fin de toda contienda.

Por lo cual Dios, queriendo mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, lo confirmó con juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fuerte consuelo los que hemos buscado refugio para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. la cual esperanza tenemos como ancla del alma, tanto segura como firme, y que penetra hasta dentro del velo; donde entró por nosotros el precursor, Jesús, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.

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