Los samaritanos esperaban al Mesías, porque tenían los libros de Moisés, en los que Jacob predijo el Redentor del mundo: No se apartará el cetro de Judá, ni un líder de su muslo, hasta que venga el que ha de ser enviado. (Génesis xlix. 10.) Y Moisés mismo predijo lo mismo: Dios te levantará un profeta de las naciones y de tus hermanos. (Deuteronomio xviii.15) (San Juan Crisóstomo en Santo Tomás de Aquino)

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