Algunos han imaginado que el diablo, nuestro enemigo implacable, es designado por el ladrón, y nuestras almas por la casa y el hombre por el amo de casa; sin embargo, esta interpretación no concuerda con lo que sigue; porque la venida de nuestro Señor se compara con el ladrón, como si nos sorprendiera de repente. Esta última opinión, por tanto, parece ser la más probable. (Teofilactus)

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