En esta parábola se nos enseña una verdad importante, a saber. que no debemos esperar aprender nuestro deber de los muertos que vuelven a la vida, ni por ningún otro medio extraordinario o milagroso, sino de la revelación de verdades, que ya nos han sido dadas a conocer en las Escrituras, y de aquellos a quienes el La tradición de la Iglesia ha sido consagrada, como depósito sumamente sagrado. Estos, dicen los Padres, son los maestros de quienes debemos aprender qué debemos creer y qué practicar. (Calmet)

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