Es probable que la mujer primero gritara ante la puerta, reuniera a una multitud y luego entrara en la casa. Ten piedad de mi. Se ensalza con justicia la gran fe de la mujer Cananea. Ella creía que él era Dios, a quien ella llama su Señor, y él un hombre, a quien ella llama el Hijo de David. Ella no pone énfasis en sus propios méritos, sino que suplica la misericordia de Dios; tampoco dice: ten piedad de mi hija, sino ten piedad de mí ... Para moverlo a compasión, ella pone ante él todo su dolor y su dolor en tus palabras afligidas : mi hija está gravemente afligida por un demonio. (Glossa.)

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