Jesús dijo ... Dejad a los niños pequeños, etc. Aquí culpa a la conducta de los apóstoles, y muestra que sus afirmaciones en alabanza de la virginidad, no pretendían ser despectivas de la santidad del estado matrimonial, al dar su bendición a estos pequeños, los frutos del legítimo matrimonio; y declara que el reino de los cielos es la porción de aquellos que se asemejan a estos pequeños, por la inocencia de su vida y la sencillez de su corazón.

Él, además, muestra que la confianza en nuestra propia fuerza, en nuestro propio libre albedrío y en nuestros méritos, es un obstáculo invencible para la salvación. San Marcos (x. 16) dice que abrazándolos e imponiéndoles las manos, los bendijo. De ahí probablemente surgió la antigua costumbre de presentar a los niños a los obispos y sacerdotes, para recibir su bendición, además de la de la confirmación inmediatamente después del bautismo. --- Nicéforo nos dice que el célebre St.

Ignacio, luego obispo de Antioquía, fue uno de estos niños que, en esta ocasión, recibió la bendición de Cristo. --- Si queremos entrar en el reino de los cielos, debemos imitar las virtudes de los niños pequeños. Sus almas están libres de toda pasión; Desprovistos de todo pensamiento de venganza, se acercan a quienes los han afligido como a sus mejores amigos. Aunque el padre reprende repetidamente a su hijo, aún se adherirá a él, aún lo ama y lo prefiere en toda su pobreza a todos los fascinantes encantos del deslumbrante oro y púrpura.

No buscan más allá de lo necesario, no admiran la belleza del cuerpo, no se afligen por la pérdida de las riquezas mundanas, por eso dice el Salvador del mundo que de ellos es el reino de los cielos. (San Juan Crisóstomo, hom. Lxiii.)

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