Pero los sabios tomaron aceite. Bajo esta parábola, tenemos el estado de todos los cristianos en su peregrinaje mortal justamente delineado. Los sabios tomaron aceite en sus lámparas, los requisitos necesarios de la gracia y la caridad, junto con la fe divina, y un suministro adicional de aceite en sus vasijas; es decir, se reservaron una base sólida de buenas obras. San Gregorio enseña que por las lámparas se quiere decir fe; y por la luz, buenas obras.

De ahí que concluya que los malos, aunque tengan lámparas, es decir, la fe, no menos que los buenos, quedarán excluidos; porque sus lámparas están apagadas, es decir, su fe está muerta, sin caridad y buenas obras para iluminarlos. (hom. xii.) --- San Agustín también declara que estas lámparas encendidas son buenas obras, a saber. obras de misericordia y buena conversación, que resplandecen ante los hombres. (ep. 120. cap. xxxiii.

) --- Y, que este aceite es una recta intención interior, que dirige todas nuestras obras para la mayor gloria de Dios, y no para la alabanza de nosotros mismos ante los ojos de los hombres. (Idem. Ibid. [San Agustín, ep. 120. cap. Xxxiii.]) --- Las vírgenes insensatas tenían un poco de aceite en sus lámparas al principio, suficiente para brillar ante los hombres, por alguna pequeña muestra externa de piedad, o ciertas obras realizadas por temor, lucro o respeto humano; pero no habían hecho provisión de piedad y caridad sólidas, por medio de las cuales podrían, como las vírgenes prudentes, producir buenas obras para la salvación. (Jansenius)

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